viernes, 23 de octubre de 2015

La patria como fábrica de tontos

El pequeño Jorge Pujol se dio cuenta y por ello propuso a los accionistas de Banca Catalana que el valor de la acción pasase de 500 pesetas nominales a cero. Y los accionistas votaron a favor, a pesar de lo que eso suponía. Lo hicieron por la supuesta patria catalana. Porque cada uno elige la patria que quiere.
Unos optan por la patria de las letras, otros por la justicia, etc.
Claro que Pujol hizo esa propuesta apoyado por los inversores institucionales y con el apoyo o beneplácito del gobierno de turno. Pero sea como sea, los accionistas minoritarios, que pudieron votar en contra, no hicieron esto último. Creían que servían a Cataluña.
La cosa no se quedó ahí. Aquello del 3% que insinuó Maragall y luego se tragó, por completo, quizá pensando que con ello hacía un servicio a Cataluña, es otra muestra de lo mismo. Por cierto, si Maragall hubiera sido socialista y, por tanto, demócrata, habría ido al juzgado con las pruebas de que disponía. Pero era nacionalista y, por tanto, antidemócrata y se tragó el sapo.
Arturo Mas no lo desmintió. Dijo: Acaba de mandar la legislatura a hacer puñetas.
O sea, que los catalanes vienen siendo esquilmados sistemáticamente, porque ese tres por ciento, o el tanto por ciento que sea, es pagado por el comprador final. Y muchos de esos catalanes que vienen pagando ese tres por ciento, o el tanto por ciento que sea, sostienen con sus votos el entramado. Y lo deben de hacer a gusto, porque piensan que ese dinero que sale de sus bolsillos se usa para la construcción de la patria.
Se habla mucho de las fábricas de independentistas y poco de las fábricas de tontos. Esto es un error, porque los hechos demuestran que son las mismas.

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