sábado, 27 de agosto de 2016

Cien impresentables arropan a Otegui

El mal hace mucho más ruido y es más aparatoso que el bien. Siempre parece que vaya ganando, pero en realidad quienes se abocan al mal son los verdaderos perdedores.
Goya lo supo ver en su cuadro El Tres de Mayo, en el que las víctimas aparecen iluminadas, mientras que sus verdugos son relegados a la zona de sombra. También lo vio Victor Hugo en su poema ‘Sur une barricade’, en el que la bondad y la nobleza de un niño desarman a los malvados.
El mal es contrario a las leyes de la naturaleza, como sabe cualquiera que se detenga a meditar sobre el asunto. Los seres humanos necesitan creerse buenos y este es un hecho evidente; otra cosa es que los haya con un grado de autoexigencia muy bajo en este aspecto. El mal sólo está en los animales racionales, lo que debería ser suficiente para tratar de evitarlo. Sin embargo, hay individuos que tienen una tendencia irreprimible a hacer mal, pero la necesidad de considerarse buenos les obliga a proveerse de coartadas morales. Pero un acto malo no se puede justificar de ningún modo.
Otegui es un etarra, y quienes le apoyan se ponen a su nivel, aunque mejor sería decir que ya estaban a esa altura. Servirse de Franco para justificar a ETA es una imbecilidad y una canallada.
En primer lugar, porque ETA es una banda terrorista, por lo que nunca pudo haber pretendido nada bueno. Sólo mentes malvadamente enfermizas pueden interpretarlo así. Y en segundo lugar, porque ETA jamás pretendió luchar contra Franco, sino aterrorizar a toda la sociedad, cosa que evidentemente consiguió, porque condicionó y sigue condicionando toda la política española. Tras la muerte de Franco y la consiguiente amnistía, ETA siguió matando a un ritmo que en algunos momentos fue frenético.
Otegui es un etarra.

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