lunes, 15 de agosto de 2016

El peliagudo problema de las pensiones

En el sistema de pensiones está una de las bases del bienestar. Se trabaja toda una vida y se cotiza todo lo que hay que cotizar con la esperanza de que la vejez resulte placentera. Pero es que resulta que, además, y como consecuencia de la crisis, las pensiones están amortiguando la catástrofe.
Pero están en peligro, porque España no puede permitirse ese dispendio y las tijeras vienen amagando hacer su función desde hace tiempo.
España no se puede permitir el lujo que supone el sistema de pensiones, que bien mirado no es ningún lujo, sino que es de justicia, pero sí que se puede permitir el derroche de las Autonomías, especialmente las de los nacionalistas, con sus televisiones, con sus embajadas, con los altísimos sueldos de sus políticos, etc. Se había cerrado una de esas televisiones autonómicas, deficitarias todas, y los cafres que gobiernan ahora en ella pretenden reabrirla, como si no hubieran necesidades perentorias que quedarán desatendidas por ese motivo. Es indemostrable que esas televisiones autonómicas produzcan algún beneficio a los ciudadanos.
Al estallar la crisis, que en España fueron dos, la mundial, que nos afectaba menos, y la de la burbuja inmobiliaria, que tuvo resultados catastróficos e irreversibles para mucha gente, la mayoría de las empresas se vieron obligadas a reducir tamaño; algunas, a duras penas, consiguieron mantener sus plantillas, y unas pocas, por la naturaleza de sus negocios, pudieron seguir aumentando el número de empleados. Es decir, las empresas privadas se ajustaron a la realidad de las cosas.
El caso de la Administración, en cambio, fue diferente. A pesar de que sus ingresos, como resulta fácil entender, disminuyeron de forma drástica, el número de funcionarios aumentó en forma no pequeña.
En España resulta más fácil recorta de forma injusta, a los propios funcionarios, a los pensionistas, en las prestaciones de la Seguridad Social, etc., que suprimir lo innecesario.

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