domingo, 21 de agosto de 2016

Rumanos, chinos y negros

En un pueblo catalán, que, por cierto, está endeudado de forma estúpida, su ayuntamiento no cree que su misión consiste en gestionar bien los recursos del pueblo, sino que lo suyo es dar instrucciones acerca del comportamiento de sus habitantes. Pero tampoco se trata de que les exija un comportamiento cívico y respetuoso con las normas y las leyes, sino que pretende convertirlos en seres bovinos, acostumbrados al yugo y a ser conducidos por personajes deplorables.
Concretamente, la última imposición consiste en decirles a quienes les pagan el sueldo, o sea, a quienes deberían ser sus jefes, que a los rumanos, chinos y negros hay que hablarles única y exclusivamente en catalán. Estos comportamientos son propios de todos los lugares en los que gobiernan los nacionalistas de derechas o de izquierdas (y a ver cómo explican que son nacionalistas y de izquierdas), y a sus actividades les llaman procesos democráticos, como podrían llamarles caca de la vaca, o cualquier otra cosa que se les ocurriera.
El nacionalismo es incompatible con la izquierda y con la democracia, como lo demuestran, sin ir más lejos, esos de Compromís, primos hermanos de los impresentables de ERC.
Esa actitud suya de querer imponer el catalán por la brava pone de manifiesto que la lengua les importa un pimiento. Se sirven de ella, e incluso incitan a que se la odie, con el fin de lograr sus propósitos. Si realmente amaran la lengua actuarían de otro modo.
Resulta lógico, por otra parte, dado que la catalana es una lengua artificiosa elaborada por Pompeyo Fabra a partir del dialecto barceloní. A base de sobornar lingüistas y de presionar de modo extremadamente agresivo, de tergiversar y manipular documentos, y de compraventas políticas se le ha dado a este dialecto barceloní revestido de lengua una apariencia imperial, que está muy lejos de ser cierta. Los castillos de naipes siempre acaban por caerse.

No hay comentarios: