jueves, 29 de diciembre de 2016

El ‘prussess’ y la risa

Habría puesto ‘el proceso’, pero en español es menos jocoso el asunto. Hay que ponerlo en la vernácula de esos. Es injusto, porque hay catalanes muy dignos, pero cada vez resulta más difícil separar el término ‘catalán’ del ‘ridículo’.
Son tantas las fantochadas que llevan a cabo estas gentes, y ridículas las explicaciones que dan, que ellos llaman argumentos, en un exceso de pompa, y se arrogan la representación de todos los catalanes, que al final va resultar difícil escuchar o leer la palabra catalán y no pensar en un caganet, o cagón. Por cierto, dos de los más ilustres fueron Roca Junyent y Guerra, el primero de CiU y el otro del PSC, que se fueron corriendo al retrete cuando en el proceso de redacción de la Constitución se votaba una enmienda de Letamendía. Quizá esos dos confundieron una letra de la palabra ‘enmienda’.
Lo risible no es que Forcadell, Homs, Romeva, etc., digan estupideces, porque eso y no otra cosa es lo que se espera de ellos, sino que tengan un montón de seguidores que los apoyan y se comen lo que dicen y se enfadan con quienes los critican. ¿Pero qué otra cosas se puede hacer ante el tamaño de sus necedades?
También es motivo de risa la manera que tienen los grandes partidos españoles de enfocar ese problema, que apenas existía en 1978 y que si luego creció, creció y creció fue a causa de la estupidez de unos y de la maldad de otros.
El delirio de estos mangantes llega hasta el punto de que en Barcelona, y quizá en otras ciudades hay una plaza dedicada a los fantasmagóricos Passtissos Catalans, que no existido nunca, salvo en la imaginación febril de ellos, ni podrán existir jamás. Pero ahí está la plaza y muchos la pisan sin echarse las manos a la cabeza, sin comprender que tanta locura no puede llevar a ningún sitio bueno.

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