martes, 20 de diciembre de 2016

La sobrevenida fobia a España de la Infanta

Creo que fue poco antes de su boda con Urdangarín cuando circuló por Barcelona un documento en el que se detallaban las deudas de éste al ayuntamiento, que consistían en recibos del IBI de varios años y multas de tráfico que no pagaba.
Detectaron de que ordenador había salido la información y despidieron al funcionario encargado del mismo, aunque todos sus compañeros del departamento conocían la contraseña. No se hizo lo mismo con el empleado del banco que filtró los datos del juez Marino Barbero, pese a que el delito era mucho más grave.
Urdangarín pagó la deuda, pero queda la duda de si lo hizo él o fue el Rey, o sea toda la nación. La cuestión es que la Infanta sabía que su marido tiene la cara muy dura, puesto que si no pagaba esas deudas no era por falta de dinero, y que ha venido recibiendo trato de favor, sin duda alguna.
Al Rey emérito y a su familia se le han venido consintiendo muchas cosas y tapando sus fechorías, al principio seguramente porque no se le consideraba capaz de salvar por sí mismo a la institución monárquica, presunción que se ha demostrado cierta, aunque quizá luego al inicial paternalismo se uniera una cierta complicidad.
No es que yo esté en contra de la Monarquía como forma de Estado, tampoco a favor, pero en principio me parece que fue una buena solución para inicial el camino democrático. Lo que se ha demostrado que fue contraproducente es que se quisiera proteger al entonces Rey silenciando ciertas actividades suyas. Habría sido mejor que desde el principio se aireara todo y si el hombre no hubiera sido capaz de salvar a la monarquía habría sido el momento de optar por otra forma de Estado.
En el caso de la Infanta cabe recordar que goza o ha gozado de un cargo que se presume altamente remunerado en un banco. A la vista de sus escasas luces, está claro que esa España (no el banco) que ahora desprecia le hizo ese favor.


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