jueves, 1 de diciembre de 2016

Hablemos del capitalismo salvaje

Supongamos que los vecinos de un inmueble en su Junta de Propietarios anual han de decidir qué empresa se ha encargar de la limpieza de las zonas comunes entre las ofertas que les han llegado.
Examinada la cuestión se procede a votar y gana la empresa que ha presentado la oferta más barata.
Poco tiempo después, algunos de los vecinos empiezan a quejarse al presidente de que la limpieza tiene fallos, etc. El presidente traslada la queja al administrador y éste a su vez al responsable de la empresa de limpieza, que, como consecuencia, le echa una bronca a la persona que limpia.
Parémonos a pensar ahora en las condiciones laborales que puede tener esa persona que limpia, el sueldo que le pagan y la carga de trabajo que le ponen por ese dinero.
Pasemos ahora a la siguiente cuestión. ¿A alguien le extrañaría que buena parte de los vecinos de esa finca fueran votantes de Podemos? ¿Se sorprendería alguien que quienes más se quejan de la labor de la persona que limpia la escalera aplaudiesen enardecidos cada vez que el tipo de las coletas, o el amante de la Dominga que le chupa la minga, insultasen a los ‘malvados opresores’, ‘capitalistas salvajes’ que chupan la sangre de los trabajadores.
Y es al final, a poco que analice uno el comportamiento de estas gentes, resulta que la cuestión no consiste en tener compasión por los desfavorecidos, sino, como demuestran las críticas a Amancio Ortega o Juan Roig -algún estúpido ha metido la pata-, en aprovecharse de la envidia que tienen muchos a los triunfadores.
Por eso resulta tan difícil convencer a los simpatizantes de Podemos de que votan a quienes quieren llevarnos a todos, a sus votantes también, a la ruina. Son personas dominadas por sus pasiones y, consecuentemente, no están en disposición de discurrir razonablemente. Es el mismo caso de los que votan a los partidos nacionalistas.

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