jueves, 26 de julio de 2018

Las obsesiones de El País

En la que fue, sin duda, la época más gloriosa de El País hubo una disputa Jesús de Polanco y Felipe González, que, al parecer le negaba algo al primero, o le urgía a ajustarse a lo convenido.
El entonces conocido como Jesusito del Gran Poder le dijo al presidente del gobierno que no le resistiría tres editoriales. En otra ocasión también dijo que no había cojones para negarle no sé qué, que, por supuesto no se le negó y además se le hizo trato de favor. La cuestión es que aquellos tiempos se han acabado y ahora la prensa vive de las subvenciones y el caso en que se ve más clara esta realidad es en La Vanguardia, que se ha convertido en un periódico para locos de atar. A alguno en tiempos no muy lejanos le habrían puesto una camisa de fuerza y no cabe duda de que le habría venido bien, porque le habría bajado los humos y puesto en contacto con la realidad.
El País, ya sin Polanco, lanza una insidia tras otra sobre el máster de Pablo Casado, pero no dice nada sobre el doctorado de Pedro Sánchez, del que también Borrell se abstendrá de hablar. Y Solbes, y Sevilla. No me olvido de Sebastián.
En ese doctorado tiene una mina el diario El País. Puede explayarse hablando de la calidad de la tesis, de su extensión y del Tribunal que se lo otorgó. Esos que pregonan el igualitarismo como piedra pómez de sus creencias no desaprovechan ni una sola de las ventajas que les ofrece la vida, ni rehúsan los privilegios y los tratos de favor. Si les apetece ver una corrida de toros o escuchar a un cantante en directo no dudan en usar un avión para llegar a tiempo. Seguramente, a El País eso le parece bien. O no tan grave como otras cosas.

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