martes, 24 de julio de 2018

Pedro Sánchez y la alcaldesa de Vich

En el supuesto de que Pedro Sánchez tuviera alguna intención de cumplir con su deber, en el caso de Vich, por ejemplo, no tendría más remedio que contenerse, porque hacerlo sería desatar a Puigdemont.
Es difícil imaginar que el actual presidente del gobierno quiera cumplir con su obligación alguna vez, puesto que su índole se ha revelado como arbitraria y su aspiración máxima es tener el poder, pero no para hacer nada útil, sino por tenerlo, no se puede interpretar otra cosa de sus actuaciones. Y encima se ha adornado con un astronauta. Es el ministro florero.
El caso es que la alcaldesa de Vich permitió u ordenó, eso no lo sé, que llenaran una plaza del pueblo de cruces amarillas, quizá 2500. Eso es ocupar un espacio público, inutilizando indebidamente su uso. Pero es que con eses cruces amarillas se pretende ofender e insultar a los demócratas. Alguien, por el motivo que fuera, paso por el sitio con el coche y derribó unas cuantas. Es normal que a una persona honrada le indignen las cruces. Pedro Sánchez, el representante de todos los españoles, aunque no le hayan votado, y garante de la ley, debería explicarle eso a la alcaldesa de Vich, pero no lo hará, porque no puede, el pobre.
Algunos fascistas insultaron gravemente al conductor del coche, e incluso le pegaron patadas. Deberían ser identificados y multados. En la Comunidad Autónoma Enferma de Cataluña las cosas ocurren de distinto modo de las otras en las que impera la democracia, porque en éstas los delitos se persiguen y castigan y los actos generosos se premian. En Cataluña se perpetran muchos delitos, como el de llenar de cruces amarillas un espacio público, con absoluta impunidad. O el de insultar a un conductor y patearle el coche.
La alcaldesa de Vich ha dicho que el conductor de ese coche está mal de la cabeza. Es ella, ella, la que tiene los tornillos flojos.

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