A estas alturas, salvo Feijóo, todo el mundo sabe que Sánchez es un asno, y quienes más enterados están y no les cabe ninguna duda de ello son los diputados socialistas. ¡Pobres! Creen que tras esconderse tras la obediencia debida resuelven el problema. O en la evidencia de que su actitud no está considerada como delictiva en el código penal. Pero para todos, e incluso para ellos mismos, son culpables.
La cuestión es que el asno imagina a González Pons como ministro de Exteriores en un hipotético gobierno de Feijóo y se troncha de risa. Es que además de asno es bobo. Si se observa la lista de ministros de Exteriores habidos con Zapatero y con él se percibe claramente que no puede hacer muchas bromas. Supongo que González Pons sabe hacer pocas cosas, pero estoy convencido de que todas las hace mejor que Albares, ese niñato que Sánchez ha puesto al frente de la cosa, en sustitución de la niñata anterior.
Este asno no debería ser presidente del gobierno, y ni siquiera diputado, bajo ningún concepto. Ni tiene capacidad intelectual, ni educación, ni modales, ni señorío, ni simpatía. No tiene nada bueno. Le sobran torpeza y maldad. Y el PSOE lo acoge en su seno, quizá con cara de fastidio, pero en el fondo frotándose las manos, porque con él todos los desmanes están permitidos.
No puede reírse mucho el asno zafio ese, puesto que en su día dijo que la corrupción se combate «preveyéndola», o sea, que es un asno de los más burros y, además, todo en el PSOE actual es corrupción. Y maldad. Porque cada vez que hace una suelta una risotada de esas suyas de psicópata. Unos dicen que es narcisista, otros que psicópata, y los demás que las dos cosas. También le dijo este piquito de oro a Feijóo que es «peripatético», o sea que el tío va bien. Y es Doctor en Economía, materia de la que no tiene ni idea.
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