viernes, 14 de febrero de 2025

El peso de las belarras

 

Si en lugar de a las belarras, o a los belarros, hubieran hecho ministras, o ministros, a unas cuantas monas, o micos, todo iría mejor. Difícilmente, los simios lo harían peor que los ministros de este (des)gobierno, porque los pocos que sabrían hacer las cosas bien las hacen mal adrede para que el Felón ni se enfade ni tenga celos.

Hace poco, un ministro quiso actuar según mandan los cánones y se ganó una bronca del presidente. Los demás ministros, más avisados, se mirarían unos a otros y se reirían. Supongo que habrá tomado nota y no volverá a pasar, porque no ha dimitido, o sea que su opción es pasar por el aro.

Tampoco las dirían más gordas los simios. Una de estas belarras ha dicho hermana agua. La noticia es que el mundo no ha hecho explosión por la barbaridad, sino que todo ha seguido su curso como si nada. El retraso mental ya no es considerado como una minusvalía, sino como algo normal en el ser humano. Otro de los belarros, uno que parece que tenga chepa, las viene diciendo sin parar, una detrás de otra, y los hay que lo tienen por intelectual y hasta por brillante orador. ¡Qué va a ser un brillante orador, si no sabe distinguir una castaña de un piano! Una belarra de las que dan miedo tan solo con mirarlas (se asemeja a una aparición inesperada surgida de las tinieblas) ha arremetido contra Ayuso, su novio, con tal sarta de barbaridades que produce sonrojo que una persona así haya tenido responsabilidades de gobierno y que cuente con altavoces que hacen que sus mensajes lleguen más lejos. Otro invento, tan nefasto como todos los de esta tropa, es la ocupación con todas sus variedades, que esta peste humana defiende con todas sus fuerzas, porque sabe que es dañina y perjudicial para la economía.

Esos libros míos

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