domingo, 23 de febrero de 2025

Las belarras, ¡qué vergüenza!

 

Necesitan que se hable de ellos y procuran que ocurra, pero enterarse de lo que hacen o dicen da asco, pero sobre todo vergüenza. ¿Cómo es posible que estas gentes hayan podido medrar tanto? Pues porque hay otro que es como ellos, que se llama Sánchez, aunque está en otro partido del que tras él no va a quedar nada aprovechable.

Debería haber dicho ‘las belarras y los belarros’, porque todos son iguales, aunque están repartidos por distintas ramas, y esta última palabra debería tomarse en sentido literal, porque es en donde deberían estar, saltando de rama en rama. Surgen noticias y sandeces de todos y todas, y siempre inducen a pensar en los pollinos, o por decirlo más claramente, en las gentes de más bajo nivel, en escoria humana. No tienen ni idea de nada, pero sientan cátedra de todo. De sus bocas salen encadenadas las sandeces, los insultos, las insidias y las consignas canallas. Además de ser necios, tienen la cara tan dura como un adoquín y se atreven a dar lecciones de moral. ¡Ellos! Uno de los belarros dio una conferencia, hace pocas fechas, en el Helicoide,que es el mayor centro de tortura de Venezuela. Se la dio a los torturadores, que eran quienes componían el público asistente. Sus víctimas temerían lo peor y acertarían, porque los verdugos, reconfortados en su moral, redoblarían sus esfuerzos.

Otra de las belarras, que ni hecha adrede podría ser más tonta, ha arremetido contra una empresa y sus directivos de manera cerril y atolondrada, como es costumbre en ella, y en este caso, como en todos los del grupo, se dan dos circunstancias: salvo sus feligreses, nadie les hace caso. Supongo que son millones los que lamentan que el Estado les pague. La otra circunstancia es que se sienten fuertes, porque el PSOE quiere que lo sean. Si pensaran que sus metidas de pata iban a tener consecuencias para ellos, estarían siempre callados.

Esos libros míos

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