Con el del tractor (Aitor) al mando no es probable que Feijóo sienta la tentación de flirtear con este partido que tanto daño ha hecho a España y especialmente a la parte vascongada.
El líder del PP no tiene tirón popular y además de eso tiene el lastre de su pasado nacionalista en Galicia, del que no se podrá desprender nunca y como consecuencia y también a causa de la ansiedad con la que afronta la conquista de la presidencia, que teme que se le escape otra vez de las manos, hace cabriolas que le perjudican, como intentar acercarse al prófugo de Waterloo, ese al que los suyos llaman mocho, al propio PNV, o ataca sin piedad a sus aliados naturales, que son los de Vox. Hay que suponer que a partir de ahora no va a intentar nada con los nacionalistas y esperemos que con Vox tenga un trato más cortés.
Ninguno de esos problemas lo sufre Ayuso, que cuando va al País Vasco o a Cataluña es vitoreada y aplaudida, nunca ha sido nacionalista ni ha intentado imponer ninguna lengua, sino que presume de que en Madrid se respira libertad, no se muerde la lengua, «la izquierda es una fábrica de pobreza mundial», y, por otro lado, si Feijóo es el presidente del partido es a causa de ella y del machismo del PP. El anterior presidente era Casado, que no calculó bien las consecuencias de su traición. Enfermo de celos, se dejó enredar en una trampa, usando información confidencial de su hermano contra ella, pensando que como todos los pelotas del partido caería rendida a sus pies. Ella se defendió como suele, con gallardía y elegancia. Nada de ceder a las primeras de cambio, sino enarbolando la verdad como arma defensiva. Casado se tuvo que retirar y parece ser que su rencor ha ido creciendo.
El PP, en lugar de elegirla a ella como presidenta, y como si tuviera miedo a ganar, optó p0r Feijóo.
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