jueves, 13 de febrero de 2025

La delicadeza de Pepiño

 

Lo escribió en su blog, no había dado a conocer sus preferencias por Obama antes de las elecciones en que salió elegido para no influir en los votantes estadounidenses. ¡Qué importancia tenía España entonces! Los votantes de Estados Unidos, pendientes de la opinión de un ministro español. No le gustaba que le llamaran Pepiño, tenía que ser Don José.

Esos gestos tan delicados ya no se dan, al menos en el ámbito gubernamental, en donde todo es más basto y grosero. El propio presidente del gobierno, que no sabe lo que es la educación, escoge para que hable en su nombre a un homínido, al que previamente ha nombrado ministro. ¡Chúpate esa, Calígula! (Este emperador está volviendo al primer plano; también Franco). En los tiempos actuales cualquier ser humano tiene la santa obligación de aplaudir a Sánchez y si en lugar de eso lo hace huir pasa a ser de la extrema derecha y es perseguido con helicópteros y fuerzas especiales.

Por parte gubernamental se ha fichado a alguien, Idafe, que tiene la lengua tan suelta como el homínido. A todos esos adoradores (bien pagados) de Sánchez, les recomendaría El gran libro de los insultos, de Pancracio Celdrán Gomariz, para que tengan más variedad y no se repitan tanto, porque siempre dicen los mismos. El libro tiene 1056 páginas y en ellas, por orden alfabético, están todos o casi todos los insultos que se pueden decir en español.

Ahora nuestro gobierno está enfrascado en la lucha contra Trump. El asunto tiene explicación: unos cuantos partidos antisistema, cuyo afán es causar todos los perjuicios posibles, son enemigos declarados de Trump y de todos los políticos de derechas del mundo, Meloni, Milei…, y no le dan opción a Sánchez a proceder en beneficio de España, y lo que quiere él es seguir en el cargo, porque cuando lo pierda ya no será nadie

Esos libros míos

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