Trece miembros de la Junta de Fiscales de Sala han pedido a García Ortiz que dimita. Lo han hecho con unos razonamientos imbatibles y será un honor para ellos que sus firmas aparezcan en esta petición.
Se puede aventurar que no accederá, porque no le importa quedar mal con todos, sino que su afición es obedecer al Secretario General del PSOE. Es posible, además, que le hayan prometido que si lo condenan Pumpido lo indultará o amnistiará.
Dicho esto, parece mentira que haya jueces y fiscales que obedezcan a alguien, cuando no deberían atender más que a los dictados de sus conciencias. Que las gentes del derecho no amen la justicia es un contrasentido, pero el devenir diario demuestra que abundan.
De todos modos, es muy arriesgado, para él, lo que hace este señor, porque a Sánchez nada le sale como lo tenía previsto, sino que lo suyo es ir poniendo parche sobre parche y cada vez se le ve más desesperado, más obligado a hacer concesiones y el miedo que tiene es que llegue el día en que no tenga nada que conceder.
Pero pueden pasar muchas más cosas. Que no fuera nadie, fuera de sus pelotas habituales, a escuchar su discurso tiene que haberle sentado muy mal, y después se ha sabido que le echó una bronca a Cuerpo porque actuó de forma ortodoxa, y eso no lo puede consentir, hay que plegarse ante quienes le apoyan, en este caso la más torpe y peor ministra de Trabajo de todos los tiempos.
El caso es que el fiscal general está enredado en una maraña, por querer ganar el relato, pero ha dado con alguien dispuesto a plantar cara, y por mucho que los panfletos, con El País a la cabeza, intenten confundir al personal la secuencia está clara, porque la policía ha sabido hacer su trabajo.
Ya hay varios que han dicho que Sánchez no llega al verano.
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