-¡Doña Amalia, la llaman por teléfono!
-Gracias, Juana, termina tú de atender a esta señora, por favor.
En tiempos pasados, cuando ambas estudiaban la carrera de farmacia, Amalia iba sacando los cursos a trompicones y alguna vez recurrió a la ayuda de Juana, que era una de las más brillantes de la clase. Terminada la carrera, el talento y el esfuerzo tuvieron que ceder el protagonismo al dinero. Amalia pudo heredar la farmacia y Juana está encantada de haber obtenido trabajo en ella, una vez visto que lo que había imaginado no iba a poder ser. Tan contenta está que procura por todos los medios que Amalia no encuentre queja de ella. Pero aunque no lo vea posible, a veces aún se le escapa algún sueño y se imagina que se ha liberalizado el sector, lo cual le ha permitido, con gran esfuerzo por su parte, tener su propio establecimiento de farmacia. Sabe probablemente tendría que competir con otras, quizá tuviera una o dos farmacias al lado de la suya. En ese caso ha pensado que para rentabilizar la farmacia, además de los productos farmacéuticos, podría vender más cosas. Libros, ejemplo, que es lo que le gustaría vender a ella, lectora empedernida.
- Hola, Juana, ¿tienes El sueño de la nación indomable?
- Se acaban de llevar el último ejemplar que me quedaba. Pero pronto recibiré más. ¿Puedes esperar a que lleguen?
- Naturalmente que sí. ¿Y qué libro me recomiendas mientras?
- ¿Qué te parece El código de Arquímedes?
- Estupendo. Me lo llevo.
Dentro de los sueños son rentables hasta las librerías. Todos los libros que selecciona los vende luego y los medicamentos que tiene en la farmacia no llegan a caducar. Se plantea también Juana la cuestión de que si en el caso de que se liberalizaran las farmacias no le resultaría más rentable ir a un pueblo pequeño y en lugar de vender libros junto a los medicamentos dedicarse a otros productos de primera necesidad, como el pan y la leche, por ejemplo. Pero sus sueños tropiezan con tantas cosas que opta por poner buena cara al mal tiempo.
-Gracias, Juana, termina tú de atender a esta señora, por favor.
En tiempos pasados, cuando ambas estudiaban la carrera de farmacia, Amalia iba sacando los cursos a trompicones y alguna vez recurrió a la ayuda de Juana, que era una de las más brillantes de la clase. Terminada la carrera, el talento y el esfuerzo tuvieron que ceder el protagonismo al dinero. Amalia pudo heredar la farmacia y Juana está encantada de haber obtenido trabajo en ella, una vez visto que lo que había imaginado no iba a poder ser. Tan contenta está que procura por todos los medios que Amalia no encuentre queja de ella. Pero aunque no lo vea posible, a veces aún se le escapa algún sueño y se imagina que se ha liberalizado el sector, lo cual le ha permitido, con gran esfuerzo por su parte, tener su propio establecimiento de farmacia. Sabe probablemente tendría que competir con otras, quizá tuviera una o dos farmacias al lado de la suya. En ese caso ha pensado que para rentabilizar la farmacia, además de los productos farmacéuticos, podría vender más cosas. Libros, ejemplo, que es lo que le gustaría vender a ella, lectora empedernida.
- Hola, Juana, ¿tienes El sueño de la nación indomable?
- Se acaban de llevar el último ejemplar que me quedaba. Pero pronto recibiré más. ¿Puedes esperar a que lleguen?
- Naturalmente que sí. ¿Y qué libro me recomiendas mientras?
- ¿Qué te parece El código de Arquímedes?
- Estupendo. Me lo llevo.
Dentro de los sueños son rentables hasta las librerías. Todos los libros que selecciona los vende luego y los medicamentos que tiene en la farmacia no llegan a caducar. Se plantea también Juana la cuestión de que si en el caso de que se liberalizaran las farmacias no le resultaría más rentable ir a un pueblo pequeño y en lugar de vender libros junto a los medicamentos dedicarse a otros productos de primera necesidad, como el pan y la leche, por ejemplo. Pero sus sueños tropiezan con tantas cosas que opta por poner buena cara al mal tiempo.
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