Esa es la pregunta que lanza Invertia, a la que luego trata de dar sentido con una serie de explicaciones y datos, como propuesta para el debate subsiguiente. Pero la pregunta en sí misma no deja de ser atrevida. ¿Cómo se puede pensar que pueda estar bien repartida la riqueza? Otra cosa es que sea muy dificultoso solucionar el asunto. Hay muchos países en el mundo y cada uno tiene unas reglas de juego diferentes. Pero aparte de la dificultad que hay para solucionar esa terrible desigualdad social, cabría preguntarse si realmente hay deseos de lograrlo. Porque todo apunta a que una vez establecida la dificultad, la gente se desentiende del problema. Los constructores en los últimos tiempos han ganado grandes cantidades de dinero. Pero debido a la gran oferta de mano de obra, han pagado a los trabajadores lo mínimo que han podido. Lo permite el mercado, pero no es justo. No obstante ese comportamiento tan egoísta, los grandes constructores son recibidos y agasajados por quien se proponen. A nadie le importan las penalidades que pueden estar pasando los trabajadores que se ven obligados a aceptar esos contratos. Algunos digitales que se van haciendo conocidos explican cómo han logrado crecer algunas grandes empresas, cuyos dueños gastan millones de euros en caprichos. Esos empresarios son premiados y también son recibidos por quien se les antoja. Los Bancos, que presumen de tantos beneficios, están negociando el convenio colectivo del sector y ofrecen incrementos mínimos. Cuando es época de vacas flacas, piden sacrificios a los trabajadores, los que ellos no hacen. Cuando son vacas gordas, encuentran la excusa para que los trabajadores se sigan sacrificando. Sin embargo, en la prensa son frecuentes los artículos laudatorios hacia los banqueros. ¿Es que han prometido dejar de cobrar las comisiones a los jubilados a cambio del dinero que piensan escamotear a los trabajadores? ¿O van a destinar ese dinero a algún otro fin altruista? No hace mucho se tildó de sumamente inteligente al dueño de Astroc. Su mérito consiste en haber dejado que el precio de sus acciones subiera mucho más de lo prudente. Puede que haya mucha gente desesperada por haber confiado en él y haber comprado esas acciones. Ni Cervantes ni Sócrates lograron acumular grandes ni pequeñas fortunas. Si hubiera voluntad de arreglo, se tendría a esos trabajadores de tan bajos sueldos por algo más que números.
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