En el día de hoy, los candidatos estarán asombrados al ver que tras las elecciones el sol sigue brillando igual que siempre, ajeno a sus manejos, promesas y escasa visión de la realidad. Quienes hayan podido soportar el deslumbramiento y hayan optado por leer la prensa, para enterarse un poco de lo que ocurre por el mundo, habrán podido leer este párrafo, que copio textualmente, "tenemos unos partidos del siglo XIX, con un discurso del siglo XX, sin habernos enterado de que estamos ya en el siglo XXI", extraído del artículo de Lluis Foix, publicado en La Vanguardia, en el caso de que hayan caído en él. Y no empleo el verbo caer en modo peyorativo. Pero algunos de los partidos que hay en Cataluña no son del siglo XIX, exactamente, sino de algunos siglos antes. Ahora bien, en el País Vasco los hay incluso de la edad de piedra y precisamente a ésos se les ha dejado presentarse, en un ejercicio de arriesgada insensatez, que a buen seguro pagaremos caro. Tienen ideas prehistóricas, muy alejadas de la civilización y aún de la evolución, vuelven cobardes a quienes sin ellos no lo serían, pero gustan de vivir lujosamente, aunque es dudoso que puedan gozar plenamente de esos lujos, por no ser capaces de captarlos más que superficialmente.
En las tierras valencianas se ha constatado una vez más que los nacionalismos no encajan. Hay quien teniendo dinero en el bolsillo se empeña en ese camino y no es eso no es eso no es eso no es eso. Vicente González Lizondo supo intuir esa característica de las gentes de estas tierras, muy valencianas pero nada nacionalistas. Son muchos los que quieren alcanzar lo mismo que él, palpan ese ambiente que sigue ahí, pero nadie, a lo que se ve, es capaz de penetrar en los motivos que lo hicieron posible. La clase política española, la más moderna, va a piñón fijo. Cuando no es capaz de cambiar, para adaptarse a lo que piden las gentes, dice que las uvas están verdes.
En las tierras valencianas se ha constatado una vez más que los nacionalismos no encajan. Hay quien teniendo dinero en el bolsillo se empeña en ese camino y no es eso no es eso no es eso no es eso. Vicente González Lizondo supo intuir esa característica de las gentes de estas tierras, muy valencianas pero nada nacionalistas. Son muchos los que quieren alcanzar lo mismo que él, palpan ese ambiente que sigue ahí, pero nadie, a lo que se ve, es capaz de penetrar en los motivos que lo hicieron posible. La clase política española, la más moderna, va a piñón fijo. Cuando no es capaz de cambiar, para adaptarse a lo que piden las gentes, dice que las uvas están verdes.
`El Castillo de las Estrellas´,
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