Presume el gobierno español de amistad con el marroquí. Así es fácil, abandonar al pueblo saharaui a su suerte es uno de los mejores modos de ganar la voluntad del rey de Marruecos. Una tras otra, todas las resoluciones de la ONU van siendo incumplidas. Los saharuis se quejan de torturas, en Marruecos, y exhiben pancartas en España en las que piden que no haya más traiciones. España está condenada a entenderse con Marruecos, pero en ningún sitio está escrito que ese entendimiento haya de ser indigno. Ponerse de parte del más fuerte puede ser lo habitual, tanto que ya en su día dijo Don Quijote: Bien se parece, Sancho, que eres villano y de aquellos que dicen: “¡Viva quien vence!”. Quizá alegue Zapatero que en el caso de Irak se opuso a EE.UU., pero habrá recordarle en este caso que a quien se oponía en primer lugar era a Aznar. Pese a los aparentes beneficios, sobre todo a corto plazo, que puede otorgar la alianza con Marruecos, con olvido de los sahararuis, conviene tener presente que la razón concede gran fortaleza y capacidad de resistencia. Baste como prueba, la larga lucha de este pueblo, que pese a la escasez de medios y a la penuria en que se desenvuelve, viene resistiendo desde aquella famosa Marcha Verde de 1975. España es, teóricamente, su único sostén y a quien con mayor intensidad imploran los saharuis y es un gobierno elegido por los españoles el que no les ofrece toda la ayuda que sería deseable. En esta vida no hay nada gratis. Llegarán tiempos en los que los historiadores no tendrán más remedio que contar las cosas. Y quizá digan algo insólito, y es que lo que España no hace por ellos, correrá a cargo de Noruega. Gran cantidad de ciudadanos noruegos está disconforme con que no se respeten los derechos del Pueblo Saharaui y como consecuencia el Comité Noruego de apoyo al Sáhara se propone crear un movimiento similar al “antiapartheid”. ¿Les parecerá bien nuestra actitud a las generaciones que nos han de seguir?
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