miércoles, 9 de mayo de 2007

La lección que nos llega del Ulster

Aquí hay una lección para cualquier lugar en conflicto, ha dicho Blair, mirando probablemente hacia algún sitio concreto. La violencia no sirve para nada, venía diciendo la ejemplar Irene Villa. Pues, con gran dolor por mi parte, he de decirle a Irene que la violencia sirve para que sus principales responsables se sienten en el gobierno. Y para que mucha gente, entre la que se cuenta Blair, nos los ponga como ejemplo. Supongamos a un pacífico irlandés unos decenios atrás. Decide desentenderse de toda la brutalidad que le rodea, habida cuenta de que no puede convencer a nadie de que ese no es el camino. Quizá, harto de la violencia, se ha ido de Irlanda. Hubiera sido tenido por traidor por todos. Tiempo después, con tantos muertos sobre el tapete, tanto odio entre las personas, Blair, y algunos más, nos pone como ejemplo a quienes fueron intransigentes. Los votos han sido para los radicales, los moderados han quedado fuera. Dicen que ha quedado claro que hay que dialogar. Pero eso ya era evidente desde mucho antes de que empezaran a cometer atentados. Por otro lado, presumiblemente, el diálogo entre ambas facciones se traducirá en un silencio a dos bandas. ¿Qué tienen que decirse? A los muertos ya no hay quien los resucite y las desgracias creadas tampoco tienen remedio. ¿Sirve para algo la violencia? Por de pronto para que los etarras, mientras están sueltos vivan a cuerpo de rey y para que personajillos de poca monta estén a toda hora en los medios. Aparte de eso, está la teoría de las nueces. En esta parte del mundo, a la que probablemente miraba Blair cuando decía eso de la lección, también sabemos que el diálogo es fundamental. Pero para dialogar hace falta que los interlocutores escuchen lo que se dice. Yo estaría dispuesto a dialogar con los etarras, para explicarles las consecuencias de sus actos. Estaría dispuesto a ello siempre y cuando se comprometieran por su parte a no abandonar mientras yo no lo hiciera. Ellos pueden intentar convencerme de que valía la pena haber matado a Miguel Ángel Blanco para conseguir sus fines. Es decir, estoy dispuesto a dialogar con ellos hasta que me digan como pueden reparar todo el mal que han hecho.

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