Se teme que la llamada jornada de reflexión sea empleada por quienes no necesitan reflexionar, porque tienen todo decidido, para ir a incordiar a otros que tampoco necesitan de la reflexión.
Está visto que la democracia precisa de mucho tiempo para irse introduciendo en la mente de las personas. Si de verdad se reflexionara se sabría que ser demócrata no consiste únicamente en votar cuando toca.
El día de reflexión puede servir entonces para utilizar la cabeza embistiendo, como dijo Antonio Machado.
Por su parte, los partidos siguen manteniendo las listas cerradas, como prueba de lo escaso de sus convicciones democráticas. Mientras Fernando Savater, en la creación del nuevo partido, aboga por las listas abiertas, Josep Antoni Duran i Lleida, en su libro Entre una España y la otra, también coincide en lo mismo al afirmar que las listas cerradas constituyen un anacronismo que hay que corregir, aunque propone soluciones distintas que las de las listas abiertas.
En el actual estado de cosas, se premia no a los más diligentes, no a los más empeñados en servir a la ciudadanía, sino a los más duchos en el arte de dar coba al superior, a los más predispuestos a dar codazos a los competidores. No en vano, Joan Lerma no se cansaba de repetir que notaba la voracidad (sic) de quienes venían detrás. Así las cosas, al comprobar las listas que nos envían a casa, para que los votemos, vemos que en los primeros lugares, en todas las listas, están ocupados por aquellos en quienes se cumple a ciencia cierta el Principio de Peter, y aquellos otros que en verdad estarían dispuestos a trabajar por los ciudadanos no tienen ninguna posibilidad de figurar en ellas o ni siquiera se han inscrito en los partidos. No parece que los partidos principales tengan interés por cambiar las cosas, puesto que temen que disminuya lo que más adoran, que es el poder. Tendrían que compartirlo con la ciudadanía. Así que la jornada de reflexión podría servir para que los ciudadanos exijamos la profundización en la democracia.
Está visto que la democracia precisa de mucho tiempo para irse introduciendo en la mente de las personas. Si de verdad se reflexionara se sabría que ser demócrata no consiste únicamente en votar cuando toca.
El día de reflexión puede servir entonces para utilizar la cabeza embistiendo, como dijo Antonio Machado.
Por su parte, los partidos siguen manteniendo las listas cerradas, como prueba de lo escaso de sus convicciones democráticas. Mientras Fernando Savater, en la creación del nuevo partido, aboga por las listas abiertas, Josep Antoni Duran i Lleida, en su libro Entre una España y la otra, también coincide en lo mismo al afirmar que las listas cerradas constituyen un anacronismo que hay que corregir, aunque propone soluciones distintas que las de las listas abiertas.
En el actual estado de cosas, se premia no a los más diligentes, no a los más empeñados en servir a la ciudadanía, sino a los más duchos en el arte de dar coba al superior, a los más predispuestos a dar codazos a los competidores. No en vano, Joan Lerma no se cansaba de repetir que notaba la voracidad (sic) de quienes venían detrás. Así las cosas, al comprobar las listas que nos envían a casa, para que los votemos, vemos que en los primeros lugares, en todas las listas, están ocupados por aquellos en quienes se cumple a ciencia cierta el Principio de Peter, y aquellos otros que en verdad estarían dispuestos a trabajar por los ciudadanos no tienen ninguna posibilidad de figurar en ellas o ni siquiera se han inscrito en los partidos. No parece que los partidos principales tengan interés por cambiar las cosas, puesto que temen que disminuya lo que más adoran, que es el poder. Tendrían que compartirlo con la ciudadanía. Así que la jornada de reflexión podría servir para que los ciudadanos exijamos la profundización en la democracia.
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