Nuestra clase política, más que a servir al ciudadano, se dedica a buscar el voto. Los ciudadanos pagamos con nuestros impuestos al gobierno y a la oposición. Algo harán bien los distintos gobiernos que hay en España y algunos aciertos tendrán las oposiciones. Por supuesto que la oposición tiene derecho a airear lo que no le gusta. Pero también debería colaborar en las cosas en las que esté de acuerdo. De este modo, los ciudadanos a la hora de votar pensaríamos en los matices y no en las líneas de trazo grueso a las que nos abocan. Las cosas son de tal modo que, en el caso valenciano, cuando a Rita Barberá se le ha reprochado que no tiene en cuenta a la oposición ha podido decir que la suya es una oposición del no. A cualquier cosa que se les proponga dan esa respuesta. Quienes salimos perdiendo de todo esto somos los ciudadanos. Hay muchas cuestiones importantes en Valencia, como las que tienen que ver con el campo de fútbol, la prolongación hasta el mar de la avenida Blasco Ibáñez, y ahora el circuito urbano para la Fórmula uno. Valencia ha sabido aprovechar a su genio Calatrava, pero si luego no se dan a conocer sus obras, nos quedamos a mitad camino. La propuesta de Ecclestone debió haber sido estudiada por todos, gobierno y oposición, y sopesar los beneficios y las desventajas. Si después de haber estudiado bien el asunto, hubieran decidido que no es buena cosa para Valencia hubieran tenido más crédito. Pero se opusieron desde el principio. Tal vez sea incorrecto el momento elegido por Ecclestone para hacer su anuncio, pero es lógico que no quiera hacer tratos con quienes ni siquiera han querido estudiar la oferta, es comprensible que esté enamorado del circuito y, por tanto, también lógico que quiera que gane el PP. Las elecciones no son batallas en las que hay enemigos a batir.
1 comentario:
Hace tiempo que dejé de creer en los políticos de uno u otro bando. Derribarán los barrios periféricos, la huerta, y el Cabañal, y al final a la gente le quedará una ciudad con un circuito de fórmula uno debajo de sus ventanas, ¡qué bonito! Y la pasta, al bolsillo de los mismos de siempre, sean rojos, azules o verdes.
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