Ya me mostré hace tiempo a favor de la entrada de Turquía en la Unión Europea, en el caso de que, matizaba, aceptara los valores sobre los que se pretende construir. Porque, en mi opinión, la Europa hacia la que vamos debe ser algo más que un espacio geográfico o una historia compartida. En este sentido, no sólo habría que aceptar a Turquía, sino También a Argelia o Marruecos, pongamos por caso, si algún día estuvieran en condiciones de solicitar el ingreso. Como es evidente, los aspirantes al ingreso han de demostrar fehacientemente que los ciudadanos de sus países comparten totalmente los valores europeos y que Javier Solana, en un artículo publicado hoy en El País, ha enumerado: Democracia, tolerancia, derechos humanos, solidaridad y justicia social. Si nos enorgullecemos de nuestro pasado, también deberíamos recordar nuestros deméritos. El hecho de que ahora podamos levantar un ideario del que podemos sentirnos razonablemente satisfechos, sirve para reivindicarnos, puesto que si tenemos cosas de las que avergonzarnos, la intención general con la que nos movíamos ha venido a demostrarse buena. Esta Europa es incompatible con los nacionalismos, cuyo ideario es opuesto, pero permite, e incluso me parece que exige implícitamente, que se protejan y fomenten costumbres y lenguas locales. Si desaparece un idioma, desaparece un modo de ver el mundo. ¿Qué sentido tiene que desaparezca el valenciano? ¿A quién interesa que desaparezca? Europa necesita ser fuerte para difundir dichos valores por el mundo, pero también para preservarlos en nuestros propios países. Sin embargo, la construcción de Europa avanza con más dificultades de las que serían deseables. Se defienden a veces, o con demasiada frecuencia, cosas que no tienen tanta importancia y se olvida que lo fundamental es el ser humano. Los valores bajo los que pensamos protegernos, porque lo cierto es que fortaleciéndolos nos protegemos todos, son buenos porque sirven al ser humano. Es hermoso decir: mi patria es la solidaridad, o mi patria es la justicia. Y todas las naciones que defiendan la justicia son mis patrias. Ese es el camino, por otra parte, para infligir una derrota sin paliativos al hambre o al terrorismo.
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