Hace Imaz una propuesta para acabar con ETA y la misma contiene ya una ofensa a las víctimas del terrorismo. Hablar de solidaridad y apoyo a las víctimas sin utilizaciones partidistas supone considerarlas objetos, sin alma ni cerebro. Las víctimas son personas que con el atentado sufrieron una injusticia brutal; el trato que recibieron después de la sociedad les obligó a constituirse en asociación; finalmente, se les impide opinar hasta en las cuestiones que más les afectan. Imaz, presidente de un partido que ha venido ignorándoles a lo largo de los tiempos, las trata de títeres. Buen comienzo, pues, de este caballero que se postula como pacificador. Convendría tener en cuenta también que el PNV viene gobernando en el País Vasco desde casi el principio de la democracia y que en las Ikastolas y en los medios que domina se viene induciendo el odio hacia lo español. Aquella mente en la que se ha introducido el odio es una mente enferma. No es de extrañar que ETA tenga tantos apoyos en su tierra. Aparte de las víctimas directas, las genuinas, hay otras, como son quienes se ven obligados a mirar debajo de su coche cada día, aquellos que se niegan a aceptar las presiones nacionalistas y optan por defender su libertad. Y también somos víctimas quienes vemos como toda la política nacional está condicionada por una banda de asesinos y que una buena parte de nuestros impuestos ha de dedicarse a la lucha antiterrorista y a paliar sus destrozos. Fernando Savater publica hoy un artículo en El País que debería avergonzar al alcalde de San Sebastián. Claro que el alcalde de San Sebastián no es del partido de Imaz, pero algo tendrá que ver el PNV en el estado de cosas de la capital donostiarra, de la que tuvo que irse Consuelo Ordóñez, la hermana del que fue candidato a alcalde, Gregorio Ordóñez, que ni callaba ni tenía miedo, y fue asesinado. Más vergüenza para acumular. Y quienes tienen tantas cosas que callar, tantas culpas que purgar, ahora se presentan como salvadores. ¿Qué hacemos con los etarras y sus amigos, señor Imaz?
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