jueves, 20 de diciembre de 2007

El belén del Papa

El tradicional belén de la plaza de San Pedro contendrá algunos cambios este año. Según informa el corresponsal en Roma del diario Las Provincias, el Papa ha decidido inspirarse en el evangelio de San Mateo, obviando el tradicional, para estos menesteres, de San Lucas. El nacimiento ya no estará en Belén, sino en Nazaret. El Papa lo puede hacer. Cuestión aparte es que la buena señora que durante toda su vida ha montado el belén de un modo, en la vejez esté dispuesta a hacer el cambio. Quizá ni se entere y mejor sería así. Se empeña el Papa en imponer a Dios por decreto y eso parece tarea imposible. Si aceptamos que hay Dios y que por tanto lo puede todo, cabe preguntarse por los motivos por los que no se muestra de forma inequívoca y palpable. Habrá que convenir, entonces, que es así porque quiere. De modo que imponerlo por decreto viene a ser algo así como fomentar la hipocresía. Dios está en los corazones de la gente o no está en ningún sitio. ¿Cómo puede gobernar pensando en Dios quien no tiene fe? Los ciudadanos, por su parte, no pueden disimular una fe que no tienen. El mensaje de Cristo apunta directamente a los sentimientos. Quizá debiera ser ese el camino de la Iglesia. Cuidar menos los símbolos, evitar en la medida de lo posible el fomento de la hipocresía y demostrar interés por el ser humano. La Iglesia debería protestar todos los días, a voz en grito, por el hambre que hay en el mundo. Debería denunciar el hecho de que la comunidad internacional permita la existencia de tantos dictadores que sojuzgan a sus pueblos y encarcelan, torturan y matan a los disidentes. Debería impedir que algunos de sus obispos abrazaran las causas nacionalistas, por el egoísmo evidente de éstas. También debería el Papa expulsar de la Iglesia a aquellos obispos capaces de equiparar a los terroristas con sus víctimas. Habiendo como hay tanta tarea por hacer en el mundo, no se acaba de comprender el interés por lo accesorio y el olvido de lo fundamental.

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