martes, 18 de diciembre de 2007

La propina de un euro

Si Felipe González, Alfonso Guerra o José Luis Zapatero, o quienes paguen la cuenta, dejan una elevada propina en un restaurante, Solbes no dice nada. A Solbes no le importa que los ricos dejen propina, se queja si lo hacen los pobres. Si un pobre, agradecido de que no le hayan cortado más que el cabello, le deja propina al peluquero, a buen seguro que se enfada Solbes. ¿Deja De la Vega propina al peluquero? No se para ahí Solbes. Pretende que los pobres compren conejo si el pavo está caro. ¿Se imagina alguien a un gobernante estadounidense pidiendo a los ciudadanos que celebren la fiesta de Thanksgiving con conejo en lugar de pavo? Los pobres españoles durante todos los días del año buscan los alimentos más baratos, con el fin de conseguir llegar a fin de mes con los pocos euros de que disponen. Solbes no quiere que ni siquiera por navidad se permitan un capricho. ¿Solbes va a cenar conejo por nochebuena? Lo dudo. Pero olvida algo fundamental el ambicioso ministro que aspira a controlar toda el área económica y a lo menor no le dejan. No se ha referido para nada a la gran cantidad de dinero que gastan los partidos en publicidad. Tampoco se ha referido para nada al ingente gasto que suponen las televisiones públicas. ¿Por qué no dice a los partidos, por qué no dice a las televisiones, que contengan el gasto? Los partidos deberían ajustar sus presupuestos al dinero oficial que reciben. ¿Por qué no reducen el número de asesores al límite de lo necesario? Los gastos políticos no influyen en la inflación, según Solbes. La Comunidad Valenciana, aparte de una televisión autonómica tan cara como las demás, soporta el inútil gasto de la AVL. ¿Por qué no insta Solbes a que se suprima este despilfarro? Probablemente, lo que más hace crecer la inflación es el egoísmo de los políticos, que tienen la fea costumbre de mirar más por sus partidos, o sea por sus poltronas, que por el bien común. Y la demagogia de los ministros.

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