miércoles, 26 de diciembre de 2007

El Papa calla

Este Papa, tan puntilloso en algunas cuestiones, sabe muy bien no darse por enterado en otras. Mientras el Cardenal Cañizares, también llamado le petit Ratzinger, clama una y otra vez contra la nueva asignatura Educación para la ciudadanía y el recién nombrado cardenal García Gasco, el mismo que llenó de lujo la habitación que iba a utilizar el Papa durante una noche y le puso un palco VIP en la misa, repite una por una todas las consignas papales, el obispo Uriarte, recuerda a los etarras presos. Ni el Papa ni los cardenales le van a reconvenir, porque no es la primera vez que Uriarte comete una de estas barbaridades sin que nadie le diga nada. El Papa denuncia la violencia de la que son víctimas mujeres y niños y Uriarte con su actitud permite la violencia que sufren los vascos. Es mucho lo que puede hacer la Iglesia en el País Vasco, para conseguir que la gente pueda expresarse con libertad y andar por la calle sin temor. En el País Vasco hay obispos y cientos de clérigos. Habría que ordenarles que cumplieran con su obligación y que explicaran día tras día que matar es pecado y que apoyar a ETA también. Sin embargo, lo que hacen es preocuparse por los etarras que están en la cárcel, por sus actos atroces. Debería el Papa expulsar a Uriarte de la Iglesia. Ése es un asunto grave, del que no debería desentenderse. ¿Quizá teme el Papa enfadar a Ibarretxe si actúa así? Con Setién el Vaticano hizo un gesto ambiguo, destinado a contentar a todas las partes. Puesto que su caso es tan grave, resultaba escandaloso que siguiera siendo obispo, pero tampoco lo quería castigar, para que el gobierno vasco no se lo tomara como una ofensa. Así que el Vaticano decidió jubilarlo. Ya no es obispo, pero tampoco lo han castigado. Las víctimas de los etarras tienen motivos para no olvidar jamás a Ibarretxe, Setién, Uriarte y otros. El Papa haría bien en explicar a Dios, en lugar de tratar de imponerlo por decreto.

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