jueves, 28 de enero de 2010

La magistrada Ángela Murillo

Se le reprocha a la magistrada Ángela Murillo su sinceridad, y quienes se lo reprochan hacen el juego a los etarras y a quienes les interesa que ETA no desaparezca. Se le dice que debió reprimir las coletillas. Otros lanzan la insidia de que con sus comentarios da a entender que la sentencia ya está dictada de antemano.
Lo cierto es que Otegi es un sujeto que viene burlándose desde siempre de España y de la justicia. En esta, para él, divertida actividad, ha contado con ayudas que no debió haber tenido. Se ha llegado a decir de él que es un hombre de paz. Los huesos de los asesinados por ETA deben de haberse revuelto en sus tumbas. Este indeseable sujeto pretende burlarse de nuevo, y la magistrada no tiene el porqué soportar tanto recochineo. Hace muy bien en darle a entender que por ese camino será condenado. Si fingiera, como el juez Donald Venezia, por ejemplo, podría entender el reo que no tiene escapatoria. Al poner de manifiesto que no se va a dejar engañar le está mostrando la vía que debe seguir si pretende obtener una sentencia favorable. Le hizo la pregunta concreta, la que le abriría una puerta que luego la magistrada no podría cerrar: ¿condena usted rotundamente la violencia de ETA?, a lo que “el hombre de paz” contestó que no iba a responder esa pregunta. Ya lo sabía, dijo ella. Pero si hubiera condenado la violencia la situación sería otra.
Le preguntó la abogada de Otegi a Ángela Murillo que si su defendido podía beber agua. Como si toma vino, fue la respuesta. Y es que Otegi ahora está en “huelga de hambre”, como algunos etarras y en solidaridad con ellos. Las huelgas de hambre de los etarras hay que entrecomillarlas. Estos tipos nos matan y encima nos toman el pelo y luego le exigimos a una magistrada que nos representa que se lo deje tomar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre los ciudadanos rechazamos toda forma de violencia y de atentados contra nosotros y nuestras familias. Tienen que sancionar a los responsables de todo brote terrorista pues atenta contra la vida, todo está en la justicia de los Estados. La sociedad civil debe exigir siempre que los jueces velen por la justicia.