Si se trata de coger el rábano por las hojas, se puede comparar la cacería y asesinato de Ben Laden con el caso GAL. De no ser así, no hay modo. La banda etarra comete sus atentados únicamente en España, mientras que Al Qaeda atenta en todo el mundo. En el caso etarra, la justicia española debería ser suficiente para acabar con la banda, mientras que no hay una justicia internacional capaz de combatir a Al Qaeda.
Lo ideal hubiera sido que se juzgara a Osama Ben Laden, como se hizo con Adolf Eichmann, por ejemplo. Pero en el caso de éste, los nazis ya no tenían ningún poder de reacción, mientras que Al Qaeda sí que puede hacer de las suyas. La prevención no consistía en reforzar las medidas de seguridad de Estados Unidos y de algunos otros países, sino de todos los países del mundo. Al Qaeda podría haber secuestrado un hotel, o un colegio, en cualquier lugar del mundo, y empezar a matar, sin prisa, pero sin pausa, hasta que fuera liberado Ben Laden.
Hay que considerar también que al terrorismo no se le deben dar ventajas, ni dejar que aflore la impunidad como posible. Asesinar a alguien, aunque se trate de Ben Laden, repugna. Pero consentir que los terroristas se sientan impunes es muy peligroso. Las democracias deben defenderse de sus enemigos con las armas de que disponen, y mientras tanto seguir avanzando en el establecimiento de un orden mundial basado en la justicia.
En España, con la dictadura de partidos y la dependencia de la Justicia de ellos, o se crean los GAL, o se da carta blanca a Bildu. Y si alguien protesta por esto, se le insulta. Cuando los jueces determinaron que tenía que haber un Mister X, el gobierno debió poner todos los medios para averiguar su identidad, ya que él no tuvo la gallardía de dar la cara.
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