Es Zapatero el que va paseando a su abuelo por todas partes, algunas veces con tan mala sombra como cuando se lo sacó a relucir a María Jesús González e Irene Villa. El mal es la falta de empatía, dijo el clásico, y en este caso Zapatero demostró una absoluta falta de ella. Pero no fue la única vez en que este presidente del gobierno que nos ha recetado el PSOE, como si nos odiara, ha citado a su abuelo, lo ha hecho muchas veces, y siempre de forma impropia. Como si quisiera vengarlo, como si se considerase con poder suficiente para ello. Demuestra con este proceder que no tiene ni idea de lo que es la vida.
Camps, al que nadie se atreve a aconsejarle, y por algo será, le hizo un favor a Zapatero al sacar a relucir a su abuelo. Estaba perdido en su laberinto y ha llegado Camps ha darle munición, a señalarle un camino para que salga. Camps tiene muchas cosas de las que hablar, de su relación con El Bigotes, por ejemplo, no necesitaba meterse con el abuelo de Zapatero. Pero evidencia con sus torpezas que necesita desviar la atención de lo verdaderamente importante, que es lo catastrófico de su gestión, de la que, como se estila en España, no quiere hacerse responsable.
Y llega Pepiño y dice que las palabras de Camps reflejan su escasa estatura moral. ¿Y quién es Pepiño para decir eso? Forma parte de un gobierno que ha generado la bolsa de paro más grande vista jamás, y que previsiblemente va a durar muchos años y habla de estatura moral. Mientras tanto, los terroristas se fotografían con los carteles de Bildu. Urkullu presume de haber hecho mucho para lograr su legalización. Estatura moral. ¿En qué espejo se mira Pepiño para verse tan alto?
Y a esto le llaman democracia y quieren que votemos. Votando, legitimamos el sistema.
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