Ya hace unas semanas que el profesor Antonio Calvo se suicidó, en su apartamento de Manhattan, apuñalándose con saña en el cuello. El motivo fue que había sido despedido de la universidad de Princeton, en la que había trabajado durante los últimos diez años. El escritor argentino Ricardo Piglia ha escrito un artículo en el suplemento Ñ de Clarín, criticando a la universidad, que ha replicado declarando que el despido fue procedente.
Se puede deducir fácilmente de lo antedicho que el profesor Calvo era un hombre apasionado, cosa que debió de haber provocado algunos roces con sus alumnos y con los responsables de la universidad. Se puede colegir también que la falta, si es que existió, que sirvió como excusa para despedirle, no pudo ser grave. Cuando se le comunicó el despido, un guardia de seguridad le acompañó hasta la puerta. Este detalle da idea de la prepotencia de los responsables de dicha universidad.
En una relación tan desigual, quienes están en situación dominante, si someten a examen a su víctima, pueden encontrar las pruebas que necesitan para hundirla, y si a pesar de todo no las encuentran pueden ponerle una trampa para que caiga en ella. Pero es posible, por no decir que probable, que si se sometiera a examen a los responsables de esa universidad, uno por uno, todos ellos hubieran cometido faltas mayores que la que le atribuyen al profesor Calvo.
Lo triste es que una universidad tan reputada como esa tenga esos métodos tan denigrantes para los seres humanos. No creo que Sócrates, un personaje de hace 25 siglos, hubiera aceptado unas condiciones de trabajo como las de Antonio Calvo ni aunque le pagaran diez veces más. Eso es lo que, por lo que se ve, no pueden comprender esos envanecidos responsables de la universidad.
Que no quisieron tener en cuenta, la realidad es que no les importó, que el castigo de no renovarle el contrato, por una supuesta falta leve, llevaba aparejada otra pena mayor: que el profesor tuviera que abandonar Estados Unidos. Todos sus sueños de los diez años anteriores echados a pique.
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