martes, 2 de julio de 2013

Lío en el Banco Vaticano

Han dimitido el director general y el vicedirector del Banco Vaticano a causa de un nuevo escándalo. Lo cierto es que no me extraña nada. De una institución que cuenta entre sus filas a personajes como Setién, Uriarte, Carles, etc., cabe esperar cualquier cosa.
En los tiempos en que la Iglesia Católica mandaba en España eran frecuentes las coletillas “quien evita la ocasión evita el peligro”, “no hay que ir con malas compañías”, y algunas otras del mismo estilo. Por cierto, ¿sería una buena compañía el obispo Reig Pla?
Por otro lado, ya se sabe que el poder tiende a corromper, y que el poder absoluto corrompe absolutamente. ¿Para qué el Banco Vaticano? ¿No es esa una ocasión muy peligrosa? Un banco es una tentación muy fuerte.
El poder corrompe tanto que la Iglesia española saca a los fieles a la calle a manifestarse contra el aborto. No se limita a recomendarles que no lo hagan, o de ayudar las embarazadas que necesiten ayuda para poder tener el hijo que esperan, sino que se inmiscuye en la política española. Eso es corrupción. Es pecado, Rouco. Utilizar “el poder” de convocatoria para interferir en la acción del gobierno es un acto corrupto y, por tanto, pecaminoso.
Un banco viene a ser algo así como un templo del dinero, un dios que tiene muchos fieles. La labor de un banco es imprescindible para el buen funcionamiento de la vida cotidiana, pero ocurre que el dios dinero tiene muchos devotos, bastantes de ellos capaces de cualquier cosa para obtener sus favores.
Durante estas últimas semanas, en todas las iglesias en las que he entrado había un cártel invitando a que se pusiera la X en la casilla de la Iglesia católica de la declaración de la Renta.
El dios dinero lo invade todo e incita al pecado. Ejerce una atracción irresistible.

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