viernes, 26 de julio de 2013

Reflexiones tras el accidente del tren

En España, las cosas se hacen así: Felipe González se empeñó en hacer el AVE Madrid-Sevilla; el interés de José María Aznar estuvo en el Madrid-Valladolid; luego, Magdalena Álvarez quiso que se hiciera el Madrid-Málaga; José Blanco tampoco quiso ser menos y “obsequió” a sus paisanos con el Madrid-Ferrol.
Todo el mundo sabe que esos personajes no llevaron a cabo sus proyectos con dinero suyo, porque de ser así se hubieran esmerado mucho. O sea, se hubieran asegurado de que esas líneas eran rentables y que, además, eran seguras. Porque ahora a ver quién sube a un tren. Saber que la vida de uno está en manos de un maquinista del que no se sabe nada no resulta muy prometedor.
Resulta que hay sistemas para evitar el error humano, pero son caros. Al que compra el billete no se le dice lo que hay.
En España también se hacen estas otras cosas. La oposición critica lo que hace el gobierno hasta que llega un momento en que se convierte en gobierno. Cuando ocurre, en lugar de repasar todo lo que había hecho el de antes, y que había criticado por activa y por pasiva, lo da por bueno y se dedica a producir sus propias burradas. La sucesión de gobiernos en España viene a ser lo mismo que lo de aquel arriero que iba poniendo albarda sobre albarda. Hasta que el que burro, cansado de tanta burrada, se le queda mirando al arriero. Un reproche mudo es lo que puede hacer el contribuyente español después de haber enterrado a los muertos.
No sé si al final le cargarán toda la culpa al maquinista o si, quizá, alguien preguntará que dónde estaba Dios.
Ana Pastor, José Blanco, Mariano Rajoy, José Luis Rodríguez Zapatero, José María Aznar, Felipe González deberían hacerse corresponsables.

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