viernes, 23 de mayo de 2014

Me llaman blavero

Si uno no asume incondicionalmente la doctrina que se le propone (y la utilización del verbo proponer es un gesto de buena voluntad), se le cuelga un sambenito con el fin de que quede proscrito. Este modo de proceder no es nuevo, ya viene de tiempo atrás. No hay más que repasar la historia y ni siquiera es necesario fijarse, porque se trata de un asunto del que hay abundancia de casos.
El apelativo de blavero con que le etiquetan a uno en el caso de que cuelgue un enlace de la web de Teresa Puerto no es el único. Le pueden llamar botifler. Cualquier cosa menos centrarse en el meollo del asunto. En esta web se denuncia, con pruebas documentales, una serie de descalificaciones y mentiras históricas de ciertos nacionalistas. ¿Qué sería de los nacionalistas si se les quitara la posibilidad de odiar, de mentir o de tergiversar? Con los nacionalistas sólo hay una opción: decirles sí a todo. Uno puede ir a una tienda, comprarse un traje de borrego y ponérselo. Una vez hecho esto sólo falta una cosa: aprender a balar. Cuando a uno le salen bien los balidos ya puede pedir el ingreso en la secta.
Hablan sin parar de democracia, pero se asientan en una serie de dogmas intocables. Como a alguien se le ocurra discutirles un dogma puede dar por seguro que tiene un sambenito. Blavero. Botifler. Fascista. Facha. Y es posible que lo pongan en una diana y que escriban ¡Fora! A estas alturas ya no sé lo que significa fora, o ¡Fora! Ni tampoco lo voy a preguntar. A lo peor ese ¡Fora! tiene que ver con los pastisos catalans, o como se escriba.
Los buenos son los maulets. Hay un modo de entender la democracia que consiste en poner a un lado a los maulets y en el otro a los botiflers.
Yo creo que si les hacemos caso acabaremos todos en el manicomio.

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