martes, 24 de junio de 2014

El aforamiento de Juan Carlos I

Algunos partidos se oponen al aforamiento del primer rey de la democracia, cosa que resulta incomprensible. Tampoco se entiende que el gobierno no haya sido capaz de encontrar una fórmula que satisfaga a la mayoría.
Sería una vergüenza para los españoles que Juan Carlos I empezara a recibir demandas, una tras otra, con razón o sin ella. Y todavía sería más vergonzoso que resultara condenado en alguna de ellas.
Durante todo su reinado se le consintió todo, y han estado en el gobierno varios partidos, algunos de ellos en coalición con el que formaba gobierno. Y si durante ese tiempo las cosas han sido así, no hay ningún motivo para que cambien ahora. Fue anteriormente cuando debieron sentarse las bases para que no pudiera cometer todo ese cúmulo de despropósitos que finalmente le han obligado a abdicar.
Lo que explica la pasividad, o complacencia, con que los partidos políticos españoles observaban la conducta del Rey es la propia corrupción de los partidos. Si en ellos hubiera habido no ya limpieza, sino anhelo de limpieza, se hubieran tenido que escandalizar y necesariamente se hubieran plantado ante él unos cuantos políticos y le hubieran dicho: Majestad, eso no puede ser.
La propia abdicación del Rey debería ser un ejemplo para la casta política. Es el momento de la renovación. De pensar en el bien común y apartar todo lo que estorbe a este propósito. Además, el nuevo Rey ha empezado del mejor modo posible, homenajeando a las víctimas del terrorismo, que lo son porque los terroristas, atacándolas a ellas, nos querían aterrorizar a todos los ciudadanos. De modo que las víctimas del terrorismo, y en su condición de víctimas, son las que mejor nos representan a todos los españoles. Algún malintencionado ha querido enturbiar este gran gesto pidiendo a Felipe VI que también reciba a los asesinos.
Eso es lo que hay, gente deseosa de que hagamos el ridículo y de que ganen los malos.

No hay comentarios: