miércoles, 20 de julio de 2016

Julianesca

Sé de un periodista valenciano que podría haber sido un referente en la profesión, pero, ¡ay!, está muy pendiente de su bolsillo, muy pendiente de las oligarquías, muy pendiente de los honores inmediatos que se le brindan. Es decir, ha sacrificado su prestigio periodístico por su bienestar.
Pero no es el único de estas características que hay en Valencia y también los hay en cualquier lugar. Hay quien se aferra al poder, a uno de tantos, y se envalentona con él, se enoja con él, se desengaña con él, se muestra desafiante como él, y se vuelve realista como él, todo esto haciendo encaje de bolillos, para tratar de disimular la sumisión absoluta y su disposición a hacer lo que se le pida, sea lo que sea, con tal de que le llenen los bolsillos de dinero. Español, por supuesto, porque esta España de hoy está llena de mequetrefes que reniegan de todo lo español, la Constitución, las leyes, las costumbres, la lengua, e incluso hay impresentables que afirman que en 1492 se cometió un genocidio, pero todos se meten en sus bolsillos, sin pestañear, la parte de los impuestos de los españoles que les cae en las manos.
Se repiten las citas sobre Kapuscinski, pero lo cierto es que abundan los que se venden por un plato de lentejas, aunque eso sí, todos presumen de independencia, de veracidad y de estar al servicio de la noticia. Y a pesar de todo eso, una patraña como el nacionalismo ha ido creciendo de forma exponencial durante el periodo democrático y hasta han llegado a hacerse editoriales conjuntos, porque estos periodistas tan independientes, tan veraces y tan al servicio de la noticia lo han consentido o han contribuido a que sea así.
Los periódicos ya apenas se venden en los kioscos y las versiones digitales apenas encuentran suscriptores de pago, pero los ciudadanos los siguen pagando a través de los impuestos. Parece ser que a la gente no le gusta comprar un periódico con el que le toman el pelo.


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