miércoles, 6 de julio de 2016

Sostres no se entera

Resulta difícil encontrar un catalán, nacionalista o no, que no esté infectado por el virus grandilocuente de las supuestas glorias de la lengua catalana.
Ocurre que las obras de las que más se vanaglorian los cenutrios estos no están escritas en catalán, sino en valenciano, dato que pretenden tergiversar, ignorando que los hechos no se pueden cambiar.
Pretenden estos tipos que fueron los catalanes quienes enseñaron a los valencianos a hablar su lengua, obviando un escollo importante: en aquel tiempo los catalanes eran analfabetos, la lengua catalana estaba dividida en muchos dialectos y fueron muy pocos los catalanes que participaron en la conquista. En cambio, el Reino de Valencia era un importante centro cultural europeo. Valencia entonces era mucho más importante que Barcelona. La lengua d'Oc había llegado hasta aquí con anterioridad.
Cataluña comenzó a enriquecerse en el reinado de Felipe V y con Franco alcanzó el apogeo. Ahora está en declive.
Los catalanistas se comportan como esos nuevos ricos desagradecidos y prepotentes y creen que todo el mundo tiene la obligación de saber catalán, esa lengua que hablan cuatro gatos. Pues bien, yo vivo en Valencia, capital del Reino de Valencia, y no sé lo que significa café amb llet. Y si alguna vez lo supe, se me olvidó. El Reino de Valencia está lleno de catalanistas malasombras, esos tipos reñidos con la democracia que no quieren más que imponer sus normas.
O sea, que si Salvador Sostres necesita de un médico, arquitecto o socorrista, ¿exige que hable catalán o prefiere que lo saquen del agua sano y salvo?
En España, y en los tiempos que corren, todo el mundo habla español. Mención aparte merecen esos imbéciles, por no emplear otro término más drástico, que exigen intérpretes en el Senado. ¡Y se los ponen!
Lo que me importa de un camarero, de un fotógrafo o de un cocinero, es que haga bien su trabajo, no si habla esta lengua o la otra.
Portet y Sostres son dos. Si se les suma una gavilla de paja, hacen tres.

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