lunes, 11 de julio de 2016

Tras la cogida mortal

La cogida mortal que sufrió el torero Víctor Barrio ha puesto de manifiesto que hace falta mucho valor para ponerse delante de un toro. Es importante decir esto porque ser buena persona sale tan caro que es necesario tener valor para conseguirlo.
En cambio, para lapidar al prójimo en nombre de lo políticamente correcto no hace falta tenerlo; en realidad, hay que ser cobarde para ello. Hubo un tiempo, no tan lejano, en que las corridas de toros disputaban el espacio al fútbol en los periódicos; por aquel entonces, los antitaurinos permanecían escondidos.
A Fernando Savater los toros le gustan tanto como a mí, o sea, nada. Ese espectáculo no nos conmueve, como sí le ocurre a mucha gente, pero no por ello nos lanzamos a insultar o denostar a los aficionados y mucho menos a los toreros, a los que ya he reconocido una cualidad, que tampoco es la única que poseen. Fernando Savater, además, escribió un libro muy recomendable, Tauroética, con el que despeja todas las dudas morales y éticas que pueda haber sobre la cuestión.
Es más fácil creerse bueno, una necesidad humana gracias a la cual sobrevivimos, que intentar serlo, cosa esta última que requiere mucho esfuerzo y, como he dicho al principio, mucho valor. Para creerse bueno a muchos les basta con muy poco, por ejemplo, con protestar por lo que llaman tortura animal. Tratar de enterarse de las cosas, siguiendo los razonamientos del filósofo no les sirve, porque el conocimiento de la verdad les puede desmontar el tinglado artificial que se han montado, que es el que les permite creerse buenos.
Pero las reacciones de muchos ante la muerte del torero, de la cual se han alegrado, pone de manifiesto que de buenos no tienen ni un pelo. Y a estas malas entrañas que ponen de manifiesto con tanta desfachatez cabe añadir la seguridad de la envidia se los come.


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