sábado, 28 de abril de 2018

Ana Botín y la civilización

Todo el mundo tiene derecho a opinar, como reclamó cierta estrella televisiva, y Ana Botín, lógicamente, también lo tiene; pero no se puede hablar de derechos, en este caso ni en ninguno, sin tener en cuenta la obligación moral (eso que algunas personas no tienen) de intentar hacerlo con justicia, tratando de no hacer más daño que el imprescindible, para lo cual, lógicamente, es necesario informarse bien y tener en cuenta todos los detalles.
Lo que hicieron los miembros de la manada, aun en el caso de que hubiera consentimiento de la chica, me parece muy feo e indigno de seres humanos. Pero no se trata ahora de lo que a mí me parece, sino de la labor de unos jueces, que consiste en ver si la conducta de los jóvenes está tipificada en el código penal y qué castigo corresponde en su caso.
Ana Botín parece que ha nadado a favor de corriente y quizá con la intención de ganar simpatías para su banco; hay que recordar que su padre aparecía apoyando a Zapatero cuando éste nos llevaba a la ruina. Ana Botín es un personaje relevante y debería saber que sus palabras tienen mucha más repercusión que las de muchos, las mías por ejemplo. No ha estado muy acertada, puesto que los jueces merecen un aplauso, pues no cabe duda de que han actuado en conciencia, y sin embargo las masas braman contra ellos.
Un jurista, tras leer el voto particular discrepante de uno de los jueces, ha manifestado que es muy posible la absolución. Ahora bien, ¿se atreverá el Tribunal a ello en el caso de que piense que debe hacerlo? A todos nos interesa que los jueces puedan actuar en conciencia, porque si no es así se acabó la civilización.
Cuando un futbolista mete un gol se le aplaude. Cuando unos jueces hacen su trabajo bien merecen un aplauso mucho más fuerte, porque nos beneficia a todos. Que hagan su trabajo bien no significa que sentencien como yo quiero, sino que estudien el caso en todos los detalles, por minuciosos que sean.

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