sábado, 7 de abril de 2018

El peligro alemán

Veíamos a Alemania como la nación que iba a construir Europa, como el referente en el que se podía confiar y resulta que ese papel no lo puede desempeñar más que España.
Don Quijote es español. Se moriría de vergüenza si fuera alemán y hubiera leído las declaraciones de la ministra alemana de Justicia sobre el caso Puigdemont.
Los españoles somos muy ingenuos a veces. Caemos en trampas porque les suponemos a los otros, a Alemania en este caso, una limpieza de propósitos de la que están muy alejados.
El fugitivo, o sea, el mocho, la fregona, anuncia de modo triunfal otra sorpresa para España y ya, después de haber visto de lo que son capaces los alemanes, hay que temer lo peor. El gobierno alemán dice que no interfiere en la labor de los jueces, pero a la vista de lo que ha dicho la tal Katarina Barley resulta difícil de creer.
El buen juez Llarena se plantea la posibilidad de recurrir a la Unión Europea, pero quizá fuera mejor retirar la euroorden y regalarles al tal Puigdemont a los europeos. Después de la correcta actuación de la fiscalía los alemanes dijeron que en un par de días darían el veredicto, como si ya lo tuvieran todo previsto de antemano, los cabrones, como si se hubieran repartido los papeles para que la burla fuera más cruel. Una persona de la que no quiero acordarme, de padre alemán y madre española, me habló hace tiempo de la crueldad alemana, sin especificar nada.
La experiencia demuestra que lo españoles vemos en Europa lo que debería ser y no lo que es. Como explica un abogado de Vox, el único partido que garantiza que Puigdemont no se irá de rositas, aceptamos resignadamente la derogación de la doctrina Parot, cosa que no debimos hacer nunca. Rajoy dejó escapar a unos cuantos en la confianza que nuestros socios serían leales...

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