lunes, 30 de abril de 2018

Puigdemont querría ser exiliado

Él mismo lo ha dicho a algún medio extranjero: le esperan muchos años de cárcel o de exilio.
Ya da por hecho que lo van a condenar en el caso de que lo atrapen o de que se presente voluntariamente ante los jueces, aunque esto último, certificada sobradamente su cobardía, se percibe como más difícil. Mucha hambre tendría que estar pasando para que lo hiciera. Así que mientras lo mantengan y los países por los que discurra lo consientan seguirá escapando de la justicia.
Pero lo que hace él en modo alguno puede considerarse exilio. Para que lo fuera tendría que ser perseguido por motivos políticos, lo cual no ocurre, como lo demuestra el hecho de que en España hay mucha gente que difunde por las redes ideas similares a las suyas y no es perseguida por eso. De hecho, los de la CUP son mucho más radicales y no hay nadie de esta formación que tenga problemas con la justicia, salvo esa que se ha fugado a Suiza por un problema menor comparado con el de Puigdemont y, desde luego, no por sus ideas, sino por sus actos.
Puigdemont ya da por hecho que lo van a condenar, pero sigue hablando de exilio, para engañar a quienes quieren ser engañados. La palabra exacta que debería emplear si tuviera la intención de respetar a la audiencia sería la de prófugo. Huye de la justicia porque presuntamente ha violentado las leyes. Sólo faltaría que además siguiera cobrando un sueldo de ese Estado al que ha traicionado, presuntamente, y al que sigue burlando, desafiando y desprestigiando con sus actuaciones. Dado que la cara dura la tiene tan demostrada como la cobardía, no sería nada extraño que siguiera cobrando ese sueldo. Lo que es absolutamente impensable es que renuncie a ese sueldo. El nacionalismo es incompatible con la dignidad. Y en el caso de Puigdemont, doblemente.

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