domingo, 15 de abril de 2018

35 años de cárcel por cristiano

Ocurre en esa Turquía que pretende ser admitida en la Unión Europea. Si no acepta y asume como propios los valores de la civilización no se le debería permitir.
Pero este cristiano ejemplar que va a ser condenado a esa pena y que responde al nombre de Andrew Brunson también pone en evidencia a esos otros cristianos que lo son, pero de boquilla, meapilas se les llama, y que reaccionan ofendidos ante cualquier mínimo cuestionamiento de sus creencias. Hace poco me las he tenido que ver con uno de esos, no español, sino de otro país. Si tuviera que dar sus dos características principales, me decantaría por la doblez y la obsecuencia, con el agravante de que las he descubierto de repente, nunca lo hubiera sospechado de él. Doblez por tergiversar a sabiendas mis palabras, en el ingenuo supuesto de que se me hubiera olvidado lo que dije, y obsecuencia ante un leguleyo al que se le adivina más intención de retorcer las leyes que procurar su cumplimiento y siempre actuando como explicó Cervantes: «Cubre el traidor sus malas intenciones/ con rostro grave y ademán sincero,/ y adorna su traición con las razones/ de que se precia un pecho verdadero.» .
También tuve que catalogar como meapilas a otro personaje, esta vez español pero que está en el extranjero, en este caso agravado además por su condición de cura, que se presenta como muy caritativo, y se muestra obsequioso para conseguir lo que quiere, pero que luego no tiene empacho en que se le note que lo que le motiva es su afán de notoriedad.
Al compararlos con esta sarta de hipócritas cobra verdadero valor el gesto de aquéllos cuya fe es tan verdadera que por ella arriesgan todo.
Merecen que se les ayude, se les apoye, se les aplauda, se les agradezca que muestren la parte buena del ser humano.

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