jueves, 17 de enero de 2019

La elite económica catalana es muy lista

Los señoritos catalanes llevan mucho tiempo fomentando el victimismo, concretamente desde el reinado de Felipe V, monarca con el que comenzó la prosperidad de su región, porque le ha venido muy bien.
Les ha funcionado tan bien el lloriqueo que hasta se han creído con derecho a llorar, con el resultado de que se han pasado de frenada y ahora otean la ruina. Las grandes empresas han trasladado sus sedes sociales, aunque se han dejado en Cataluña sus oficinas centrales. Pero eso no significa que siempre vaya a ser así. Cabe la posibilidad de que se lo tengan que llevar todo, lo que sucedería irremediablemente si su región lograra la independencia. Todas las empresas que pudieran se trasladarían a otras regiones españolas y por supuesto que el Reino de Valencia saldría muy beneficiado si se diera el caso. Lo que ocurre es que no se puede dejar solos a los catalanes que desean seguir siendo españoles.
Las clases pudientes catalanas, en general, han estado fomentando el catalanismo y de pronto se han dado de bruces con la realidad, han tenido que abrir los ojos. Pero ahora quieren aprovechar la oportunidad que les brinda el hecho de que haya un sinvergüenza en La Moncloa -un cursi diría en Moncloa- para intentar salvar los muebles haciéndonos pagar al resto de españoles la factura. Siempre igual. El hecho diferencial de los catalanistas es el lloriqueo mediante el cual vienen consiguiendo una y otra vez privilegios y ventajas sobre el resto de las regiones españolas. Blasco Ibáñez cifró en su tiempo un coste de cien millones de pesetas anuales para el campo valenciano. También en otras regiones españolas se vienen dando circunstancias parecidas.
Esperemos que estas exigencias de los despabilados no puedan llevarse a cabo y que las cosas transcurran por los cauces que en justicia corresponden y, por tanto, que cada palo aguante su vela.


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