Uno de los participantes del programa ’59 segundos’ reprochó a Isabel que siempre atacara al gobierno. Ese reproche carece de sentido puesto que ya se sabe que el periodismo español está muy polarizado. Si algunos siempre defienden al gobierno, es lógico que otros siempre lo ataquen. Esa interpelación puede considerarse, pues, como agresiva, puesto que no dice nada que no se supiera de antemano ni tampoco pretende aclarar nada. Es improbable que ella vaya a cambiar de actitud, siendo así que el estado de cosas de la prensa no le obliga a ello. De modo que no tuvo ningún problema para contestar. Fue entonces cuando apareció Calleja para lanzar un ataque de mayor fuste al decirle que lo que hace es defender a la ultraderecha. Tampoco tuvo problemas Isabel para defenderse de esto; más bien, contraatacó recordándole a su oponente que ahora defiende lo que antes criticaba. Dio en el blanco, porque la réplica fue propia del perdedor, indicativa de que se ha quedado sin argumentos. Calleja acusó a Isabel de llevar años engordando a ETA. Es impropio e indigno que haya dicho eso. A ETA la engorda Setién, puesto que su actitud puede hacerles creer a los etarras que tienen base y motivo para cometer sus fechorías. No sé de qué presumen obispos y cardenales si a fin de cuentas no son más que compañeros de Setién. Donde medran ellos, también medra Setién. A ETA la engordan también todos los políticos que han negociado con la banda, demostrándole con ello que se reconoce su existencia. A ETA la engordan todos los que dicen que hay que dialogar con la banda, puesto que le reconocen algún tipo de derecho. Engordan a ETA todos los que callan; todos los que permiten homenajes a los asesinos; todos los que consienten que un cristalero se instale en los bajos de su víctima; todos los que dejaron de ser clientes de Consuelo Ordóñez por temor a ETA, o simpatía. Decirle a Isabel, que probablemente no hace ninguna de esas cosas, que engorda a ETA, es un insulto y una mamarrachada.
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