domingo, 25 de noviembre de 2007

Prensa y blogs

Han tomado tal auge los blogs que ya debe de ser totalmente imposible parar o controlar el fenómeno. Supongo que quienes buscan entre ellos pueden encontrar de todo, lo mismo que ocurre si pretende seleccionar un programa de televisión, comprar un libro en una librería o un periódico o revista en un quiosco. Pero antes de criticar a los blogs conviene fijarse en lo que ocurre con la prensa. Haciendo un seguimiento de un periódico cualquiera, puede encontrarse con que algunas de las firmas que colaboran asiduamente son perfectamente prescindibles. Cada vez que los ve, si ha pagado el periódico, puede pensar que ese dinero lo gastado de más. Algunos de ellos ni siquiera demuestran conocer las normas gramaticales. Todo parece indicar que disponen de columna por recomendación y quien compra el periódico lo hace voluntariamente. Puede sentirse, con razón, defraudado. Tampoco se puede olvidar a esa prensa que un día sí y otro también, intenta llevar al lector a su huerto, con artículos o editoriales muy bien pensados y redactados, pero con la intención más o menos clara u oculta de convencer al desprevenido lector de algo o de influir en él. Es decir, la prensa tradicional no compone un mundo perfecto, del que no merece la pena salir para buscar cosas fuera. De hecho, los periodistas que trabajan en ellos muchas veces dan la impresión de que escriben al dictado, siguiendo la línea editorial que marca el medio en el que trabajan, quizá en contra de sus propias convicciones, si es que tienen alguna. Callan noticias o airean en demasía otras, por conveniencia de sus anunciantes, con lo que viene a ocurrir que quien compra el periódico a quien teóricamente debería estar dirigido todo el proceso es el último mono, al que menos se respeta y se tiene en cuenta. No es de extrañar pues que la gente busque en los blogs el aire fresco y ajeno a cualquier tipo de manipulación. La prensa tradicional y los blogs tendrán que convivir. En mi caso, como es patente, me limito a decir lo que pienso, sin tratar de influir en nadie ni de convencer de nada.

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