martes, 13 de noviembre de 2007

¿Somos democráticos los españoles?

De lo que no cabe duda es que llevamos mucho tiempo deseando serlo, pero nos ha costado bastante darnos cuenta de que para lograr serlo hay que hacer algún tipo de esfuerzo. Por fin España se ha convertido en una nación democrática, probablemente de un modo irreversible. Sin embargo, eso no significa que los españoles seamos demócratas; al menos, no totalmente. El largo pasado autoritario español pervive en nuestro interior y asoma continuamente en la vida cotidiana, impidiendo que se pueda vivir de modo completamente democrático. Por ejemplo, Rafael Romero Villafranca, da cuenta en este artículo de la existencia de un organismo que debería llamarse Comisión de Censura del Valenciano y Promoción del Catalán. Un valenciano que ama a su lengua, como pudiera ser yo, acepta que haya otros cuya opinión sea diferente y que defiendan esta opinión suya, siempre que lo hagan de modo educado y democrático. Lo que está por ver es que los catalanistas nos respeten a quienes defendemos el valenciano. Las burlas, los menosprecios y los insultos, son las reacciones más frecuentes de los catalanistas hacia los amantes del valenciano. Los catalanistas mienten y tergiversan todo lo que haga falta, como viene demostrando Joan Ignasi Culla, con tal de salirse con la suya. Un valenciano que ama a su lengua siente estupor al ver que el gobierno valenciano elegido democráticamente y que ha prometido defender la lengua valenciana, margina por completo a la casi centenaria RACV, e instaura la fenicia AVL, con la insólita finalidad de que nos ordene a los valenciano hablantes, a los dueños de la lengua, cómo hemos de hablar y qué palabras hemos de emplear. Eso no se atreve a hacerlo la RAE, claro que sus académicos cobran muchísimo menos. Prueba de la felonía es que se logró convencer, no sin esfuerzo, al insigne Xavier Casp para que presidiera esta nefasta academia. Cuando éste se dio cuenta de la engañifa, en un grandioso gesto que no ha encontrado imitadores, dimitió irrevocablemente. El brillo de las piedras preciosas reluce más cuando están rodeadas de pedruscos ordinarios. Los políticos valencianos podrían haber sido más decentes y si desean promocionar el idioma catalán en la Comunidad Valenciana, deberían haber optado por seguir las normas del IEC, respetando de este modo los impuestos de los valencianos, que deberían dedicarse a una causa más noble que pagar los sueldos de unos académicos que no son, en absoluto, necesarios. Ya he repetido muchas veces que el español que se habla en el mundo se rige por unas normas iguales para todos es porque en cada uno de los países en los que habla se ha tomado esa decisión. Si los guatemaltecos, pongamos por caso, hubieran decidido que el idioma tomara otra deriva en su país, llegaría un momento en que no se parecería en nada al español. A los americanos, por motivos obvios, les conviene hablar un único idioma. El valenciano, sea cual sea su origen, ha de tomar el rumbo que queramos los valencianos.

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