miércoles, 28 de noviembre de 2007

La influencia de la televisión

Antiguamente, y cabe hablar así porque los tiempos corren que se las pelan, los profesionales que aparecían en la televisión gozaban de un vocabulario extenso y una capacidad narrativa envidiable. Cuando tenían alguna duda, consultaban a la RAE y seguían sus indicaciones. Poco a poco las buenas costumbres se fueron perdiendo y la calidad del lenguaje usado en ese medio fue perdiendo enteros. Creo que la última vez que por parte de la televisión se atendió una llamada al orden de la RAE fue cuando ésta dijo que no debía decirse precalentamiento sino calentamiento. Ya no volvieron a hacerle caso y al final los académicos han optado por callar. Los televidentes captan el desinterés de los locutores por el idioma y un gran número de ellos se contagia de este descuido al hablar. Del mismo modo, los televidentes ven como en la televisión se consagran actitudes totalmente degradantes y modos de hablar carentes de la más mínima educación se tienen como normales e incluso se incita a quienes se comportan de ese modo a que sigan por ese camino. Lo chabacano adquiere rango de normalidad y la lógica dice que una vez comenzado un camino en algunos casos va a continuar sin freno hasta el final. Luego dicen las televisiones que a quienes hay que perseguir es a los asesinos, no a ellas. Pretenden que se les deje luchar por la audiencia a costa de lo que sea y lo que más audiencia logra es lo que menos cuida las formas y los modales. Aunque saben que tienen, al menos, parte de culpa en algunas de las cosas que ocurren, no están dispuestas a perder comba y prefieren lavarse las manos. No es probable que las cadenas de televisión renuncien por las buenas a hacer los programas basura, pero sin caer en la censura, algún tipo de norma limitando los lenguajes y los contenidos cabría instaurar. Los televidentes no deben recibir el mensaje de que todo vale y que todo modo de pensar es aceptable.

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