Quiero dedicar esta entrada a Marina Parés, defensora tenaz de todas las causas justas habidas y por haber, entre las que hago una mención especial a la de Sandra Correa León, presa caprichosamente en las cárceles de uno de los epígonos de Mico Mandante.
Se queja un gordo (él mismo se denomina así), en El Semanal, y su escrito viene a demostrar la escasa delicadeza con la que nos comportamos comúnmente, más atentos como estamos a lo políticamente correcto que a las cosas que realmente merecen la pena. La gente mira a los gordos, habla de los gordos, critica a los gordos, se ríe de los gordos. Bien, mientras se critica a los gordos, se olvida a los enanos, a los jorobados, a los tetrapléjicos. ¿Se creen mejores que los gordos quienes les critican? ¿Es que los gordos no tienen nada que merezca la pena? Lo que merece la pena, según Mercedes Gil García, actualmente en el candelero gracias a su arrojo y su fe en la humanidad, es lo que nos llevamos al otro mundo cuando nos morimos. Evidentemente, no es el dinero, ni el éxito social o profesional. La vida puede ser una sucesión de desengaños sobre un fondo grandioso que algunos se empeñan en no ver. Éste puede ser atisbado a través de aquellas acciones humanas cuya generosidad excede de lo ordinario. Generosos fueron, por ejemplo, Guillermo Caballero Martínez y Julio Antonio Casino Ibáñez, ambos jubilados, que, en el mismo episodio, primero uno y a continuación el otro, se enfrentaron con un atracador joven, fuerte y en buena forma física, que armado con una descomunal navaja, intentaba un atraco. Que finalmente optara por huir, en lugar de emprenderla a navajazos, también es una maravilla. Ninguno de los dos héroes ha recibido más premio que el de su propia satisfacción. Ese fondo grandioso también puede apreciarse a través de la lectura. Alguien se pone a leer a Marco Aurelio, por ejemplo, y si es consciente sufre una transformación para bien. Es decir, una persona criticada o rechazada por la masa por algún motivo no justificable ante un tribunal serio es probable que posea un alma más valiosa que las de todos los que le critican juntos.
Se queja un gordo (él mismo se denomina así), en El Semanal, y su escrito viene a demostrar la escasa delicadeza con la que nos comportamos comúnmente, más atentos como estamos a lo políticamente correcto que a las cosas que realmente merecen la pena. La gente mira a los gordos, habla de los gordos, critica a los gordos, se ríe de los gordos. Bien, mientras se critica a los gordos, se olvida a los enanos, a los jorobados, a los tetrapléjicos. ¿Se creen mejores que los gordos quienes les critican? ¿Es que los gordos no tienen nada que merezca la pena? Lo que merece la pena, según Mercedes Gil García, actualmente en el candelero gracias a su arrojo y su fe en la humanidad, es lo que nos llevamos al otro mundo cuando nos morimos. Evidentemente, no es el dinero, ni el éxito social o profesional. La vida puede ser una sucesión de desengaños sobre un fondo grandioso que algunos se empeñan en no ver. Éste puede ser atisbado a través de aquellas acciones humanas cuya generosidad excede de lo ordinario. Generosos fueron, por ejemplo, Guillermo Caballero Martínez y Julio Antonio Casino Ibáñez, ambos jubilados, que, en el mismo episodio, primero uno y a continuación el otro, se enfrentaron con un atracador joven, fuerte y en buena forma física, que armado con una descomunal navaja, intentaba un atraco. Que finalmente optara por huir, en lugar de emprenderla a navajazos, también es una maravilla. Ninguno de los dos héroes ha recibido más premio que el de su propia satisfacción. Ese fondo grandioso también puede apreciarse a través de la lectura. Alguien se pone a leer a Marco Aurelio, por ejemplo, y si es consciente sufre una transformación para bien. Es decir, una persona criticada o rechazada por la masa por algún motivo no justificable ante un tribunal serio es probable que posea un alma más valiosa que las de todos los que le critican juntos.
1 comentario:
los títulos de estos posts son muy atractivos, muy bien escogidos...
un saludo Vicente!
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