El discurso que ha pronunciado este año el Rey está, como de costumbre, cargado de lógica y de recomendaciones razonables. El paro es una preocupación enorme, puesto que está llevando a la desesperación a miles de familias. Debería ser la prioridad de la clase política, cuya función, cabe recordarlo, es resolver los problemas de los ciudadanos; ahora bien, al menos una buena parte de ellos, considera que no está al servicio de los ciudadanos, sino que su misión consiste en encaminarlos hacia lo que quieren.
El paro se ha convertido en un problema tan grande que todos los políticos deberían considerarlo como su objetivo prioritario y trabajar al unísono para erradicarlo por completo o reducirlo a la mínima expresión. Imponer ideas no es trabajar al unísono, como piensan algunos.
Aceptar las leyes en vigor, gusten más o gusten menos, es otra de las recomendaciones reales que habrán gustado poco a los nacionalistas. Las pretensiones de los nacionalistas serán todo lo legítimas que quieran, pero el poder que se les ha otorgado es excesivo y, por tanto, injusto. Ellos lo saben y exprimen ese poder con el fin de alcanzar sus objetivos, pero como, por definición, nunca pueden estar conformes con nada, tampoco lo están en este caso.
La novedad de este año es que el discurso lo ha retransmitido una cadena del País Vasco y el hecho de que no se hiciera antes constituye una manipulación, que se llevaba a cabo gracias a ese poder excesivo que se les ha otorgado. Conviene repetirlo: si los nacionalistas no pudieran presentarse a las elecciones generales en las ventajosas condiciones actuales, no dispondrían de tanta capacidad negociadora.
Tampoco podían quedar fuera del discurso del Rey asuntos tan candentes como el terrorismo, el narcotráfico y el secuestro de los tres cooperantes españoles. Las críticas que ha merecido son interesadas e inconsistentes.
El paro se ha convertido en un problema tan grande que todos los políticos deberían considerarlo como su objetivo prioritario y trabajar al unísono para erradicarlo por completo o reducirlo a la mínima expresión. Imponer ideas no es trabajar al unísono, como piensan algunos.
Aceptar las leyes en vigor, gusten más o gusten menos, es otra de las recomendaciones reales que habrán gustado poco a los nacionalistas. Las pretensiones de los nacionalistas serán todo lo legítimas que quieran, pero el poder que se les ha otorgado es excesivo y, por tanto, injusto. Ellos lo saben y exprimen ese poder con el fin de alcanzar sus objetivos, pero como, por definición, nunca pueden estar conformes con nada, tampoco lo están en este caso.
La novedad de este año es que el discurso lo ha retransmitido una cadena del País Vasco y el hecho de que no se hiciera antes constituye una manipulación, que se llevaba a cabo gracias a ese poder excesivo que se les ha otorgado. Conviene repetirlo: si los nacionalistas no pudieran presentarse a las elecciones generales en las ventajosas condiciones actuales, no dispondrían de tanta capacidad negociadora.
Tampoco podían quedar fuera del discurso del Rey asuntos tan candentes como el terrorismo, el narcotráfico y el secuestro de los tres cooperantes españoles. Las críticas que ha merecido son interesadas e inconsistentes.
1 comentario:
El desempleo constituye una lacra en la sociedad, así no se puede pretender mejorar la situación de las familias. Aquí los políticos juegan un rol significativo, pues está en sus manos plantear las reformas y políticas para superar esta realidad. Total, ellos deben velar por los ciudadanos y su mejora de vida.
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