Mostró su justa indignación, renuncia llena de asco incluida, Fernando Villalonga Monforte, en un artículo publicado en el diario Levante-EMV, ante el atropello que está a punto de sufrir el Jardín de Monforte, que fue declarado Monumento Nacional. Aparte de las numerosas razones que exhibe en defensa del patrimonio de todos, y a la par que descubre el modo de actuar de otros ciudadanos ilustres de Valencia, viene a demostrar que el Consejo Valenciano de Cultura, que pagamos entre todos, está al servicio del poder.
También alcanza la indignación del Cónsul General de España en Nueva York a la barbaridad que se cometió con el Teatro Romano de Sagunto, pero pasa por alto la que se hecho con las leyes en este mismo caso. Se refiere sólo a la cuestión arquitectónica, obviando que se hizo de modo ilegal, y que en la actualidad se han vuelto a pisotear las leyes. Y si no que se lo pregunten a Marco Molines, a quien se le ha llegado a desear algo malo, por su empeño en defender la justicia. Todas las actuaciones se han llevado a cabo con la conformidad del Consejo Valenciano de Cultura.
El hecho es que este caballero que tanto se indigna ahora aceptó, en tiempos de Zaplana, la consejería de Cultura, siendo así que sus convicciones entraban en colisión con los deseos del pueblo valenciano, que Zaplana se había comprometido a asumir. A resultas de ello, y si no recuerdo mal, la fachada de su casa fue objeto de actos vandálicos, inaceptables se mire como se mire. Lo cierto es que siendo su opinión la que es, no debió aceptar esa consejería. Zaplana debió haberle ofrecido otra.
Ahora guarda alguna relación con el caso Carrascosa. El gobierno español, al que representa, propone que María José Carrascosa cumpla en España la pena a la que sea condenada. ¿Pero cómo va a estar en una cárcel de España alguien a quien los jueces españoles han dado la razón?
También alcanza la indignación del Cónsul General de España en Nueva York a la barbaridad que se cometió con el Teatro Romano de Sagunto, pero pasa por alto la que se hecho con las leyes en este mismo caso. Se refiere sólo a la cuestión arquitectónica, obviando que se hizo de modo ilegal, y que en la actualidad se han vuelto a pisotear las leyes. Y si no que se lo pregunten a Marco Molines, a quien se le ha llegado a desear algo malo, por su empeño en defender la justicia. Todas las actuaciones se han llevado a cabo con la conformidad del Consejo Valenciano de Cultura.
El hecho es que este caballero que tanto se indigna ahora aceptó, en tiempos de Zaplana, la consejería de Cultura, siendo así que sus convicciones entraban en colisión con los deseos del pueblo valenciano, que Zaplana se había comprometido a asumir. A resultas de ello, y si no recuerdo mal, la fachada de su casa fue objeto de actos vandálicos, inaceptables se mire como se mire. Lo cierto es que siendo su opinión la que es, no debió aceptar esa consejería. Zaplana debió haberle ofrecido otra.
Ahora guarda alguna relación con el caso Carrascosa. El gobierno español, al que representa, propone que María José Carrascosa cumpla en España la pena a la que sea condenada. ¿Pero cómo va a estar en una cárcel de España alguien a quien los jueces españoles han dado la razón?
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